El año 2019 fue bastante intenso en cuanto a política mundial climática. Además de la Cumbre de Acción Climática que se celebró en Nueva York en septiembre, se llevó a cabo en Madrid en diciembre la COP 25, que constituye la cumbre anual sobre el clima bajo la Convención Marco de Cambio Climático de la ONU. Ambas cumbres buscaron movilizar esfuerzos políticos y económicos para robustecer el Acuerdo de París, firmado en 2015. Según el Acuerdo, los gobiernos del planeta se comprometieron a limitar el aumento de la temperatura global muy por debajo de 2°C, idealmente en 1.5°C para el año 2100.

Pero los planes climáticos nacionales que presentaron los países en 2015, y aun con las propuestas mejoradas presentadas en Madrid, difícilmente se logrará mantener la temperatura debajo de 3.3° C para el 2100. Y es que las emisiones globales de gases continúan en aumento y se estima que la curva seguirá creciendo hasta el 2030. De hecho el Planeta está en camino de sobrepasar los 1.5 C en el 2040. Hoy día, el aumento promedio global de temperatura que hemos provocado como humanidad es del orden de 1.1 C (desde los inicios de la revolución industrial a partir de 1750).

Y aunque ese aumento de 1.1 C no parece mucho, hay que verlo con muchísima cautela considerando lo que ya estamos viviendo: derretimiento del hielo en los polos y en Groenlandia, incendios descontrolados en el Oeste de Estados Unidos, Australia y hasta en los países nórdicos y Siberia, sequías, huracanes e inundaciones de mayor intensidad (la tormenta Amanda por ejemplo), y por supuesto, los refugiados climáticos incluidos muchos de nuestros compatriotas salvadoreños.

En términos de las emisiones históricas acumuladas (desde 1751 al 2017), el mundo ha emitido más de 1.5 billones de toneladas de CO2. En cuanto a los países, Estados Unidos ha emitido más CO2 que cualquier otro país: aproximadamente 400,000 millones de toneladas, siendo responsable del 25 % de las emisiones acumuladas a la fecha. Esto es el doble de las emisiones de China, que representa el segundo mayor contribuyente de emisiones con 12.7 %. Los 28 países de la Unión Europea contribuyen emisiones acumuladas de un 22%. Y Rusia, un 6 %. Ahora, muchos de los grandes nuevos emisores como India y Brasil no constituyen principales emisores en el contexto histórico. Y las contribuciones regionales de África y Latino América han sido muy pequeñas debido a sus bajos niveles de desarrollo.

Ahora, ¿cuáles son las emisiones acumuladas en Centro América y por país? Guatemala es el principal emisor de nuestra región con 404.4 millones de toneladas; Panamá con 270 millones de T; Costa Rica con 232 millones de T; Honduras con 230 millones de T; El Salvador con 213.3 millones de T; Nicaragua con 161 millones de T; y Belice con apenas 17 millones de T.

Claramente, y como región, no somos los principales emisores de gases en el planeta. Realmente nuestras emisiones son insignificantes. Pero somos una de las regiones más vulnerables ante los embates climáticos. El Salvador es todavía más vulnerable debido a su ubicación geográfica sumada a la degradación ambiental de su territorio. Desde cuencas deforestadas y áreas naturales disfuncionales, construcción desbordada y sin medidas preventivas, hasta aguas superficiales contaminadas y acuíferos disminuidos.

La situación de vulnerabilidad de El Salvador es algo delicado para el futuro desarrollo del país. En el 2015, una sequía muy severa provocó la pérdida de 86,000 ha de maíz, lo que representó la destrucción del 60 % de la producción nacional. Los niveles de los ríos fueron entre un 20 y un 60 % más bajo de lo normal. Y en la zona de oriente, los ríos eran de hasta un 90 % más bajo. También, las lluvias estuvieron por debajo del promedio y las temperaturas estuvieron por encima del promedio.

De particular preocupación son los patrones cada vez más erráticos e impredecibles de la lluvia estacional y el aumento de la temperatura. Por ejemplo, durante los años en que se da el fenómeno de El Niño, la precipitación cae en unos 30-40%, incluidos largos períodos de olas de calor durante las cuales casi no llueve. En contraste, durante años de lluvias más intensas como 2020, hay tormentas tropicales que a menudo tienen efectos devastadores sobre el medio ambiente y la producción agrícola. La tormenta Amanda, seguida de Cristóbal, hace unos meses nos ha venido a demostrar precisamente lo vulnerable que somos como país.