Nos siguen impactando los aterrorizantes hechos de las semanas recientes, hay asesinatos de niños, mujeres, policías y miembros de la fuerza armada, se dan asaltos planificados a restaurantes como el que sucedió recientemente en la Colonia Escalón, el cual se pudo haber evitado; y se acusa a la policía de inactividad y de derrotismo al anunciar que normalizar esta terrible situación puede llevar cinco años.

Si bien es cierto que puede haber una mejor coordinación entre las diversas unidades de seguridad, se nos olvida que después de veinticinco años de la firma del Acuerdo de Paz, es hasta hace unos tres o cuatro años que se inició la depuración de elementos corruptos de la PNC y que es precisamente dentro de ese período que comenzaron a fallecer agentes porque entraron en un accionar más dinámico en el combate a la delincuencia.

Romper el círculo vicioso de la desconfianza de la población fue muy difícil y debe continuarse, varios sectores todavía muestran temor a la denuncia y eso tiende a fortalecer a la delincuencia pero se ha ido avanzando poco a poco.

Ciertamente la corrupción fue un grave problema que permeó hacia los cuerpos de seguridad desde los más altos niveles, la muestra es que hay tres presidentes anteriores al actual que han sido acusados de corrupción y con ellos numerosos funcionarios.

La impunidad era total y no fue sino hasta que apareció una Sala de lo Constitucional competente que comienza a ceder; es en dicha impunidad de muchos años en la que ha residido el auge de la delincuencia, y eso a su vez sigue afectando a la economía y creando más miseria.

Hace pocas semanas participé en la donación de Software para Estudios Eléctricos Avanzados que una empresa de prestigio mundial hizo a dos universidades; la actividad incluyó seminarios para profesores, ejecutivos de empresas industriales y de energía, y estudiantes. Dicho software comenzó a formularse hace más de cuarenta años con presencia salvadoreña en la Universidad del Estado de Luisiana (LSU) y hoy uno de los ejecutivos de la empresa que lo perfeccionó es un salvadoreño que creció en Zaragoza, siendo niño tuvo que abandonar el país como resultado de la guerra civil. Durante los eventos de la donación me impresionó la receptividad de las autoridades universitarias y de toda la concurrencia pero más el sentido de orden y respeto.

Cuando me tocó dirigir la palabra expresé eso con entusiasmo, señalando además la característica del ambiente universitario, que no admite subterfugios ni mentiras y premia el sacrificio, otorgando las mejores notas a quien lo merece. Manifesté la esperanza de que los estudiantes asistentes puedan convertirse en efectivos transmisores de esos principios para curar a nuestra sociedad de los males que la aquejan: la corrupción, la ineptitud, crisis económica y su consecuencia: la violencia.

Está demostrado que nuestra clase política le ha fallado a El Salvador, las más recientes encuestas así lo demuestran, hay un gran desencanto en cuanto al rumbo del país, la mayoría se declara neutral, la salud mental y física del país está en niveles mínimos. Lo más triste es observar que varios políticos fueron universitarios y se dejaron seducir por la corrupción y la indiferencia, olvidando el rigor del campus.

En estos días, mientras los hospitales y la policía carecen de recursos hemos sabido de viajes ridículamente inútiles y caros de un diputado hacia Buenos Aires y una diputada hacia Milán, dando un gravísimo ejemplo a la sociedad. Los partidos políticos deben hacer mea culpa y presentar candidatos honestos y capaces enfocados al Bien Común. Solamente así derrotaremos la miseria y violencia.