No podemos darnos el lujo de aceptar lo que sobra, lo que otros no quieren, lo que caiga, debemos seleccionar lo que realmente necesitamos para obtener el mayor rendimiento, lograr la máxima ocupación en el campo y en la ciudad, usando nuestras propias materias primas vegetales y fauna marina que tenemos en abundancia, o sea, suficiente y a menor costo, pero que rinda más.
El procedimiento actualmente utilizado, además de ser costoso, sin analizar las ventajas, generalmente el tipo de inversión logrado es la maquila, cuyo verdadero incentivo para ese tipo de producción es el pago de la “mano de obra barata” en relación a sus países de origen y normalmente traen su propia materia prima y materiales; por el contrario, lo indicado, según la lógica, consiste en que el verdadero interés nacional es la explotación de los propios recursos naturales agrícolas, dado que poseemos una gran cantidad de plantas y árboles con propiedades alimenticias y medicamentosas o se utilizan como valiosos materiales en la ebanistería, que permanecen sin que se les haga caso alguno y que no es ni necesario cultivarlos porque se dan en forma natural, entre ellos la altamisa, el marañón, guanábana, papaya, mango, sábila, jengibre, bálsamo, maguey, el coco, zapote, etc., cuyo costo de cultivo es muy bajo, con ello se daría más ocupación al sector rural que es el más pobre, además de la industria y el comercio, con recurso humano calificado o no.
Indudablemente lo más importante son las “inversiones estratégicas”, como ya lo expresó en cierta ocasión el señor presidente, profesor Salvador Sánchez Cerén, para extraer todas las propiedades y convertirlas en productos medicinales o envasarlas para larga duración, lo que requiere de análisis e investigaciones científicas en grandes laboratorios, que es donde verdaderamente debe invertirse localmente, luego realizar estudios de factibilidad técnico-económicos para la creación de empresas transformadoras y sacarlas a licitación por parte del Estado, con lo que se atraería a los inversionistas en vez de ir a buscarlos; esta labor debería ser la prioritaria para Proesa, ministerios de Agricultura y de Economía, además de otras instituciones del Estado como el Instituto de Investigaciones Tropicales, Centa, Universidades y de la empresa privada, particularmente de los grandes laboratorios químicos y farmacéuticos, asociaciones agrícolas o de profesionales agronómicas, etc.
Es indiscutible que el costo de tales laboratorios es alto, así como su mantenimiento científico, razón por la que supuestamente no se atreven a invertir los actuales empresarios de esta rama, sin pensar que los resultados por cada descubrimiento encontrado es altamente rentable por la venta de sus patentes, pero tenemos la oportunidad de aprovechar la ayuda que brindan países amigos industrializados, entre otros, el uso de fondos del Milenio II, que es un regalo, no préstamo.