Sean cuales sean las cifras del escrutinio final de las pasadas elecciones que publique el Tribunal Supremo Electoral (TSE), hay una evidencia plena de que la población le ha negado el triunfo al oficialismo actual, cuya cúpula se sumergió, por años, en una equivocada crápula de triunfalismo y arrogancia que, en ciertos momentos, adquirió hasta matices de grosería e intolerancia hacia las críticas que, con buena voluntad y sin malicia, se vertieron por los medios y en reuniones de diversas entidades civiles y empresariales, señalando el rumbo incorrecto y perjudicial en el manejo de la cosa pública.

Una cruel realidad que algunos líderes del partido FMLN quisieron disminuir o encubrir recurriendo a una onerosa, abundante y empalagosa propaganda, cuyo mejor referente es haber inventado los famosos “festivales del buen vivir”, que sábado a sábado, recorrían ciertas localidades, comandadas por el mandatario Salvador Sánchez Cerén, quien nunca propuso medidas adecuadas que nos condujeran a mejorar la deplorable situación económica, incrementar los niveles de inversión y, en medio de todo, jamás se oyeron frases sinceras sobre el deplorable estado de la asistencia pública en salud y, muchísimo menos, en reducir los altos grados de inseguridad o la reducción de homicidios y extorsiones.

A cambio de esas graves omisiones, el presidente Sánchez Cerén aprovechaba todos los festivales para lanzar ataques despiadados a “la derecha reaccionaria”, incluyendo en esas diatribas a la libre empresa, a los medios periodísticos, a la Sala de lo Constitucional, al imperio “yanqui” etcétera, pero se deshacía en elogios abundantes para los regímenes tiránicos de Cuba, Venezuela y Bolivia, mismos que en estos instantes están siendo investigados, exhaustivamente, por graves violaciones a los derechos humanos de sus respectivos pueblos, no solo por organismos privados, sino también por gobiernos de la misma América del Sur, además de las Secretarías Generales de la OEA y la ONU.

Pero también es cierto que los dirigentes efemelenistas no pueden ponerse ahora a llorar sobre “la leche derramada”. Este es el momento preciso e histórico, para hacer un “alto” en el camino torcido para que, al mirar retrospectivamente, con espíritu sereno, tranquila la conciencia y mente receptiva, analicen sus debilidades y fortalezas, si acaso desean seguir en la lid política nacional, y digo lo anterior, porque en nuestra historia patria abundan casos de que cuando una institución política ha sufrido una debacle electoral, como la del FMLN el domingo 4 de marzo, casi siempre esos partidos se derrumbaron para nunca más volver o si volvieron, eran “cuasi organizaciones zombies”, para hacer una similitud apropiada con los terríficos “muertos vivientes” de la mitología antillana.

Por lo anterior, soy de la opinión que se vuelve imperativo, es el término aplicable, de que la cúpula del FMLN renuncie pronto de sus cargos y abra las puertas de la conducción de su instituto, a otras personalidades, a otros dirigentes; que sea una renovación en paz, sin más desgastes innecesarios y divisorios, que podría ser como un refrescante descanso que permita reorientar el rumbo que falaz y perjudicialmente mantuvieron vigente en el país, amenazando a medio mundo con estatizaciones y otras malas yerbas, llevándonos a tener agobiantes inquietudes por un futuro borrascoso para la patria salvadoreña, como la pesadilla atroz de hambre y encarcelamientos arbitrarios que, a diario, vemos sufre el hermano pueblo venezolano bajo la bota del castrochavismo que encarna el fatídico dictador Nicolás Maduro. Y hablando de Maduro, este fue otro factor negativo que marcó, con creces, la derrota del partido oficial salvadoreño, aliado incondicional, ciego y genuflexo de la tiranía más criminal, represiva y opresora que Venezuela ha padecido a lo largo de su vida republicana.

Fue esta entrega incondicional que, incluso, llevó a ciertos diputados oficialistas a decir en público, que “si triunfaban en marzo procederían a nombrar una nueva Sala de lo Constitucional y a constreñir con más impuestos a la empresa privada”, aparte de otras “linduras extremistas”, cuyo primer fruto es ahuyentar las inversiones y enemistar la nación con nuestro principal socio comercial, los Estados Unidos de América, donde residen millares de compatriotas que, con sus remesas, son un aporte importante para la economía salvadoreña. ¿Darán ese paso de calidad, jerarcas del FMLN?