A veces lo obvio se toma por excéntrico.


En los asuntos de la vida cotidiana de un país, se apelotonan, revueltos, muchos asuntos que ameritan cernirse para obtener el buen obrar. Sin embargo, por razones diversas y múltiples, a quienes les ha tocado en los últimos 100 años dirigir los destinos del país, casi siempre han errado en lo fundamental y han tenido relativo éxito en lo secundario.


El Salvador es un pequeño país dependiente que requeriría, para recomponerse, de formulaciones precisas regidas por el sentido común. Empero, a cada nuevo usuario del solio presidencial se le antoja que debe seguir lo que cree es, no sin ingenuidad y cierta ofuscación, su propio camino. Y en ese derroche personalista se desbaratan posibilidades y viabilidades.


Al ponderar los planes de gobierno de las campañas electorales se concluye que se está frente a un listado de acciones, pero sin ton ni son. Una especie de lluvias de ideas, muy similares a las practicadas en las secciones creativas de las agencias publicitarias.


De semejante procedimiento, sin duda, en cuanto a los asuntos de Estado se refiere, no puede esperarse mucho.


Y esto no debería causar escozor a nadie, es decir, que cada nuevo regente gubernamental cambie de curso al barco abollado según sea su ánimo o intuición. Al fin al cabo, el sistema político salvadoreño, y el marco electoral en concreto, permite esas licencias, en tanto y en cuanto no existe un cuadro esencial de lo que debería ser la conducción del Estado.


El asunto se complica si se toman en cuenta las condiciones específicas por las que atraviesa el país.


Hay muchos ejemplos en la hora presente, para esto de lo fundamental y lo secundario, pero quizá baste con desgranar dos asuntos.


El primero se refiere al tema de educación. Aunque se supone que todas las entidades del Gobierno, después de seis meses, deberían presentar su proyección quinquenal, solo Educación lo hizo. Pero lo hizo de un modo que revela las elevadas dosis de improvisación y de incomprensión de la complicada tarea encomendada. Porque ese plan estratégico presentado no es estratégico ni es plan. Y esto se hace patente cuando el lector busca de forma infructuosa los datos que respalden las proposiciones que allí se esbozan.


Lo fundamental de una cuestión no es aquello que de forma antojadiza alguien decida que así sea, sino que es el resultado de un pormenorizado proceso de auscultación de la realidad concreta de que se trate. De ahí que resulte increíble cómo es que se pretende hacer un trazo estratégico sin contar con cuerpo conceptual robusto y careciendo instrumentos idóneos para dicho propósito.


Para quienes están subidos en la montaña rusa que es el aparato gubernamental, y dicen que dirigen, no parecen incomodarse ni echan en falta las instancias básicas de planificación. El hecho de haber suprimido de un plumazo (con procedimientos que riñen con la ley, y que aún la Sala de lo Constitucional con una lentitud incomprensible no termina de establecer) la Secretaría Técnica de la Presidencia y demás secretarías, informa del horizonte y los presupuestos que animan al actual gobierno.


Instancias como la CEPAL, el PNUD, el Banco Mundial, el gobierno japonés o el gobierno chino han de estar un tanto desconcertados porque no hay un interlocutor institucional que procese y coordine propuestas y proyecciones.


El segundo asunto donde lo fundamental y lo secundario se revela es en el tema agua. Y aquí con el agravante de que ya hay en marcha una acción de cooperación internacional, la del gobierno chino, conducente a intervenir sobre el cuerpo de agua superficial más importante del país.


Según lo dicho por los voceros del gobierno actual se trata de un asunto sencillísimo: potabilizar el agua que corre por el desagüe del lago de Ilopango. La cooperación china se encargará de los requerimientos técnicos y sanseacabó. Y, una vez esté operando la planta potabilizadora, los municipios de Ilopango y Soyapango tendrán agua las 24 horas del día.


¿Y al tomar parte del agua que corre por el desagüe no se verá afectado el sistema hídrico que está articulado a él? ¿O no saben que el río Jiboa nace del desagüe del lago de Ilopango? ¿Y qué papel juega el hecho de que esa agua es la laguna del volcán que le dio origen y que hay evidencia de la existencia de fumarolas activas? Si se supiera distinguir entre lo fundamental y lo secundario, otro gallo nos cantara.