De acuerdo con el evangelio de San Lucas, después de que Nuestro Señor Jesucristo se hubiera preparado por 40 días en el desierto, regresó a su pueblo, leyó, como siempre lo hacía, las escrituras en la sinagoga anunciando su cumplimiento y los asistentes que lo conocían desde pequeño, tomaron sus palabras como una herejía y lo llevaron afuera para tirarlo al despeñadero. Después de este tristísimo y penoso incidente, Jesús dijo “Nadie es profeta en su tierra” y se separó de la multitud enardecida. A partir de ahí, salió a predicar y sanar enfermos en Cafarnaúm, donde fue escuchado y respetado. (Lucas, Cap 4, Versículo 24).

Mucho se ha dicho, hablado, y criticado sobre el papel que la Dra. María Eugenia Barrientos Jiménez ha jugado en estos 100 días de una Pandemia que tiene aterrado al mundo entero. En lugar de alegrarnos por contar con su experiencia en nuestro país, y enorgullecernos que una salvadoreña brille internacionalmente, con luz propia, acá se burlan de su protocolo y se trata de enlodar su nombre por el único pecado de estar ayudando a todos lo que la necesitan. El Consejo Superior de Salud Pública llegó incluso a enviarle un citatorio público para hacerla comparecer a una audiencia ante la Junta de Vigilancia de la Profesión Médica, amedrentándola así por el trabajo que está desarrollando.

¿Qué es lo que les molesta? ¿Que no le cobra a los miles de pacientes que está atendiendo? ¿Que responda a todas las dudas, inquietudes y miedos de una manera clara, entendible, sin necesidad de hacer cita? ¿Es que después de miles de contagiados y de la pérdida de muchas vidas humanas, el Sistema Nacional de Salud no se ha dado cuenta que la población tiene pavor de acudir a sus centros de confinamiento y que esperan hasta las últimas consecuencias con tal de no aparecerse por ahí, gracias en parte al terror diseminado por el Presidente en cada una de sus intervenciones televisivas? O porque tendrán que ir a pasar dos noches en la acera de un hospital mientras se les consigue una colchoneta y con suerte un poco de oxigeno?.

Basta escuchar las disertaciones de la Dra. Barrientos para que la calma, la paz y la tranquilidad entren en los hogares. Los ángeles están afuera, solo hay que abrirles la puerta. Yo vi en la Dra. Barrientos a uno de esos ángeles, yo si le abrí la puerta de mi casa y yo si seguí su protocolo. Hoy, gracias a la misericordia de Dios y al tratamiento fácil y sencillo de la Dra. Barrientos, puedo decir que he superado la enfermedad sin mayores complicaciones. Fue ella y Claudia Rodríguez, quien también estuvo contestando mis inquietudes y temores durante más de diez días, a cualquier hora del día o de la noche, cual médico de cabecera. Les agradezco su preocupación por mi salud. Doy fe y testimonio de la grandeza de sus almas.

Solo puedo recordar aquella canción de Alberto Cortez que dice: “quiso volar igual que las gaviotas, libre en el aire, por el aire libre y los demás dijeron, “”Pobre idiota, no sabe que volar es imposible””…más extendió las alas hacia el cielo y poco a poco, fue ganando altura y los demás quedaron en el suelo guardando la cordura”.

Me uno a las plegarias de todos aquellos que, alrededor del mundo entero, tuvieron la suerte de conocer a esta Doctora, para que Dios le devuelva con creces todo lo que ha hecho y sigue haciendo por nosotros, por todos los que creemos que los ángeles están ahí afuera. Por todos los que cambiamos el miedo por la esperanza y la angustia por la fe.

Termino con una oración por todos aquellos que están perdiendo la batalla y por sus familias, y repitiendo aquella frase que decía San Juan Pablo II y que la Dra. Barrientos repite en sus presentaciones: “No tengáis miedo”.