La campaña 2018 y 2019 inició hace ratos y en realidad el ejercicio democrático no debería ser un acto de fe para los ciudadanos. Las personas interesadas del poder y la política siempre preguntan por cómo está en las preferencias un candidato específico y estudian o hacen encuestas, juegan con los datos, quieren predecir y en el fondo ver los datos a favor de su candidato. Estas personas gustan de leer sobre estrategias electorales para subir o bajar tal o cual candidato.

El periodismo no responde tanto a esos intereses, teóricamente. Además de dar a conocer propuestas para los principales problemas nacionales y municipales del país, tiene la obligación de dar a conocer a la población cómo los actuales funcionarios dejaron el poder público: la Asamblea Legislativa, sus principales fiascos o leyes importantes, así como la realidad de cada municipio: ¿se cumplieron las promesas de 2015?

Lejos de satisfacer vanidades o estrategias de políticos (los que manejan la cosa pública, con o sin partido) o seguir guiones, como periodista uno podría pensar que la población también necesita conocer quiénes son los candidatos, qué han hecho si fueron empresarios, si han sido responsables con sus empleados, si han pagado sus impuestos, si ha declarado sus ganancias reales o ha escondido ingresos.

Si han sido políticos, necesitan saber qué han hecho con el dinero público que tuvieron en sus manos si fueron alcaldes o funcionarios públicos, o si entregaron contratos públicos a amigos o familiares, o entregaron puestos públicos a familiares que se beneficiaron o beneficiaron solo a sus amigos o conocidos, o si pagó millones de dólares por un proyecto que en realidad le costó miles.

También se requiere dar a conocer si los aspirantes tienen vínculos con expresidentes, financistas partidarios, influyentes empresarios, partidos políticos actuales. Una población desinformada de todas estas cosas no puede decidir totalmente a conciencia su voto.

El periodismo no puede dejar arrastrarse en medio de una cultura de empaque político que engaña a quienes permanecen con la esperanza intacta. El reto, por tanto, es grande.

Este reto tiende a crecer. Una corriente de redes sociales y clics, generada por las noticias que más atraen a los lectores, parece, a veces, inclinarse a un show de pleitos y frases polémicas dignas de guión teatral, imágenes o fotografías de estudio, claramente publicitarias, viajes, surf, rosas, patinetas, en medio de un discurso muy lindo y muy de moda que dice: “Todos son iguales, menos yo”. “Todos son lo mismo, menos yo”. Y, si conocemos la naturaleza humana, esto no es cierto.

La democracia definitivamente sin una buena cobertura de prensa es como un empujón a la población al barranco de las incertidumbres y de la fe ciega, algo que en política únicamente deñará más a la población.