¿Cómo decirle a todo un país que empatar en casa (contra una selección de los Estados Unidos de América que, aunque con estrellas, jugó tan mal), es un resultado pésimo? ¡No hombre! No entenderán jamás, y encima te escupirán en la cara.

¿Cómo decirle a un pueblo que lo que está haciendo Nayib Bukele es el inicio del desastre?

¡No hombre! No entenderán jamás, y encima te escupirán en la cara.

En casa se gana, punto. No hay excusas, pero la mediocridad de nuestras naciones después de 200 años de habernos liberado del yugo de la invasión, parece que constituye parte de nuestro ADN.

Lo pensaba en los 80, pero me daba miedo decirlo, ahora lo digo con toda seguridad: Latinoamérica parecer estar llena de seres humanos de tercera categoría. Solo Francia tiene más premios Nobel en Literatura que toda la América hispanoparlante. Y por tres. Ni siquiera para escribir ficción somos buenos.

¿Que jugamos bien? ¿Que logramos contener a la nación del norte, a sus jugadores, a la campeona de la Copa de Oro y la Copa de Naciones? Sí, pero no. No y no. Se gana en casa. Además, ¿y los goles?

No puede ser que un tipo que no tiene ninguna instrucción política, ninguna educación superior, que no sabe nada de historia nos gobierne y esté llevando al país al acantilado…y que la gente aun así le aplauda y apoye. Eso es mediocridad. ¿Por qué mediocridad? Estamos en el término medio (para abajo) de la cultura y desarrollo. No somos nación fallida, tenemos riqueza en todo sentido: literaria, gastronómica, y estamos estructurados como nación desarrollada, aunque no funcionemos como tal. Hermoso territorio de bellos lugares, pero no logramos despegar nunca.

Estamos divididos entre conformistas y antagonistas. En cuanto a estos últimos, se jactan de no ser parte de los que lo apoyan, pero, ¿están organizándose para las próximas elecciones? ¿Tienen pequeños grupos de análisis de la realidad nacional? ¿Están organizados ya en comités de colonias, barrios, o aunque sea en la calle que viven? No, siguen lo mismo que muchos: revolucionarios de cafetín, Simón Bolívar de Facebook, mientras la patria, la democracia, la república está dando sus últimas patadas de quien se ahoga. Tan culpables son los que aplauden como los que arrugan la cara.

El porcentaje de posesión del balón fue apenas del 51 %, los tiros a marco solo cinco, siete tiros de esquina nada más, pero sentimos que el partido contra la USA fue una muestra exquisita de futbol y que logramos algo importantísimo: empatar. Mediocridad. Ninguna radiografía social más fácil que un partido de futbol.

Yo sigo estando feliz por la humillada que Nayib Bukele (sí, solo él, nadie más, parece raro, pero así es), le dio a los partidos tradicionales. Ese escupitajo que los humilló. Lo disfruté.

Ver a los partidos ARENA y FMLN, rechazado y humillado, respectivamente, fue un éxtasis. Pero aún todavía más delicioso cuando los que nos llevaron a una guerra estúpida quedaron con solo cuatro diputados. Eso no tiene precio, y es de agradecérselo al liderazgo del señor presidente, pero de eso, a no darse cuenta hacia a donde nos lleva, eso es ceguera cancerígena.

Entiendo la necesidad de sentirse unidos, felices, una sola nación. Y sin duda más que nadie entiendo la pasión del futbol, a pesar de sus amaños y corrupción, seguir siempre al equipo de tus amores, mucha más a la escuadra que reúne lo mejor de tu país, y verlos entregarse con todo, pero no entiendo que no puedan meter gol, y mucho menos entiendo que se les aplauda y glorifique. A mí mi mamá me decía mediocre cuando sacaba un 6.

Entiendo la necesidad de creer en un político que señale sin tapujos la corrupción de los gobiernos de dos partidos que prometieron tanto, cumplieron poco y robaron mucho, pero no entiendo que, aún con claras muestras de latrocinio y demagogia, se le siga apoyando.

Mi mamá me soltaba buenos pijazos en la cabeza por andar de dundo. Mediocridad es, para mí, hacer el menor esfuerzo y aun así estar satisfecho. Conformarse con lo menos, peor si es malo.