Comenzaré explicando quién es Mr. Yoho y quiénes son los negacionistas, porque lastimosamente hay demasiados en nuestro entorno y su existencia contribuye a que el país y el mundo en general, sigan siendo lugares más peligrosos para las mujeres. Mr. Yoho es un congresista de los Estados Unidos quien, luego de insultar de forma violenta y con palabras extremadamente vulgares a la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, en público y por la única razón de no compartir sus opiniones políticas, intentó disculparse con ella en la siguiente sesión de dicho órgano de Estado; pero el daño ya estaba hecho.

La conducta del congresista Yoho fue evidentemente violenta, vulgar y machista, sobre ello no hay discusión; lo que genera sorpresa fueron los argumentos que presentó en su fallido intento por disculparse. El fundamento de las justificaciones que ofreció a la congresista Ocasio-Cortez y a las personas que reprocharon fuertemente su conducta, fue que él no era machista por la simple razón de tener esposa e hijas. Para quienes vimos el video de la agresión y el de la disculpa, fue deplorable escuchar a Mr. Yoho.

Por otra parte, amigos, señores y hombres en general, el hecho de tener madres, esposas e hijas no los exime de ser machistas. Quizá si fuera así de sencillo habría menos machismo en este mundo, porque todos han tenido madre y muchos tienen esposas e hijas o hermanas; sin embargo, no me alcanzaría esta columna, ni varias de ellas, para citar las veces que he presenciado actos de desagradable machismo de hombres educados, casados y con hijas. Desde el amigo que le dice a la colega que deje de fumar porque “se ve bien feo que una mujer fume” o la gran cantidad de veces que he escuchado a conocidos expresarle a una amiga de forma crítica, cuál es el tipo de ropa adecuada o bonita que una mujer debe usar, aunque nadie haya pedido su opinión, hasta todos esos falsos caballeros que creen que con un piropo –a veces pasado de tono– “le hicieron a una el día”.

Lo más probable es que ninguno de ellos identifique estas conductas como una expresión de machismo, aunque no creo que seguirían pensando lo mismo si en su presencia otro hombre opinara o piropeara de esa misma forma irrespetuosa a su madre, esposa o hija. Lo que pasa es que estas conductas no se atreven a realizarlas en presencia del novio, esposo o compañero; esto último es material para otra columna.

Los “negacionistas de buena fe” generalmente son machistas, pero que no se ven a sí mismos como tales porque tratan bien a las mujeres de su familia. El problema es que su ceguera promueve ambientes inseguros o malsanos para el resto de mujeres, como ocurrió en los siguientes hechos reales. En un caso de violencia sexual hacia una joven recuerdo dos momentos que fueron determinantes y que me demostraron el largo camino que falta por recorrer para que las mujeres podamos gozar de una vida libre de violencia, aun entre hombres y en lugares en los que supuestamente deberíamos sentirnos seguras. El primer momento determinante, fue cuando después de que la joven denunciara la agresión de la que fue objeto, un miembro de la comisión sancionadora que estaba conociendo la denuncia, manifestó que estaban tardando en resolver el caso porque “en realidad la víctima se había puesto ella misma en un contexto de peligro…”.

El segundo momento determinante, fue al leer un párrafo en resolución final en segunda instancia, que expresaba que se había conocido del caso y se había aplicado una sanción “a pesar de tratarse de hechos que para terceros no parecían ser graves o meritorios de una sanción”. Estoy segura que ninguno de los hombres que conocieron de este proceso se identifican a sí mismos como machistas, pero el hecho de que no se dieran cuenta del entorno tan peligroso que crearon para la joven que denunció al no resolver rápido o el daño que muchos de sus errores de valoración le causaron, es una clara manifestación de negacionismo.

Frente a este tipo de casos surgen muchas preguntas: ¿Cómo desenmascarar a los Mr. Yoho que nos rodean? ¿Cómo quitarle la venda a los negacionistas? ¿Se arranca la máscara o la venda de una vez? ¿Produciría eso aún mayor ceguera? ¿Cómo generar cambios para vivir más seguras? Urgen respuestas a estas preguntas.