Por favor magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Y no es un “por favor” de súplica, es un “por favor” como lo dicen los cómicos mexicanos, “paaaaar favor”, es decir, sarcasmo puro, o sea, paaaaar favor, no me digan que se creen que lo que están haciendo es para bien de la administración de justicia.

¿No se dan cuenta que van a terminar colgados en la galería de los más reprochables abogados de la historia del país? Lo sé, sí que lo sé, he visto demasiadas cosas como para saber, con toda la certeza del mundo, que no habrá reclamo alguno que pueda hacer cambiar a los magistrados impuestos el rumbo que llevan, mucho menos a quien preside el mismo.

Se ha recurrido, en un acto de clara desesperación, al sistema de protección al adulto mayor, tan bien intencionada, pero tan jurídicamente descabellada. Se ha pedido que se respete los derechos de los jueces de la tercera edad, pues no los pueden dejar sin trabajo de la noche a la mañana, pero ello no es más que una muestra de una comunidad jurídica desesperada e indefensa.

Lo que procede contra una ley es una inconstitucionalidad o un amparo, y quizá en los Estados Unidos podría un juez darle vuelta a una decisión de la Corte Suprema de Justicia o de la Cámara de Representantes, pero acá no, esas cosas no suceden.

El sistema democrático nunca había sido tan frágil, ni cuando estaban los militares, ni con las decisiones arbitrarias de ARENA, ni con el revanchismo del FMLN, como ahora, y eso demuestra dos cosas: que sí hemos tenido democracia, y que sí funcionaba, aunque fuera imperfectamente.

Segundo, que hay que perfeccionarla, no creer que funciona sola. Hay que regularla, como por ejemplo, evitando que lleguen a presidentes, diputados o ministros personas menores de 40 años, sin título, sin maestrías, que no dominen al menos un idioma, que no hayan escrito al menos tres libros sobre la materia que ejercen, además de un examen psicológico realizado en el extranjero por una universidad prestigiosa que no venda los resultados, para probar que no sufre de algún trastorno mental.

No podemos permitir que llegue cualquier loco, nuevamente, a esos niveles altos de la administración del país. Ni locos, ni arrastrados.

Ahora, porque nuestra democracia es imperfecta, es que nos deslizamos con una velocidad que hasta al mismo Hugo Chávez deja chiquito, hacia la dictadura. Agradezcámosle a la pandemia que atraso un poco esto, porque si no ya estaría consumado.

Por cierto, yo le digo a mi gente hondureña que se vaya preparando, porque al menos un millón de migrantes salvadoreños llegarán huyendo a tierras catrachas.

Pedirle a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia que recapaciten, haciendo énfasis en que van a quedar en la historia de la nación como unos títeres, simplemente es tirar sal a un pescado seco.

Igualmente es perder el tiempo pedirles que apoyen a los jueces que están en contra de tan miserable reforma a la Ley de la Carrera Judicial, aunque se les haga ver que se están yendo o se les está dando una patada en el trasero, a decenas y decenas de excelentes miembros de la judicatura.

La gente que apoya de una u otra forma la medida del presidente, utilizando, nuevamente, a su kindergarten de diputados, dice que hay jueces buenos, pero también malos. ¡Sí, es cierto! Pero para eso hay procedimientos para establecer quién sí y quién no, pero no de un solo plumazo desbaratar la administración de justicia que, entre otras cosas, aparte de dejar sin trabajo a muchas personas honorables, ha dejado descabezados muchos tribunales.

No sé por qué la gente en esta época ha renunciado a pensar y muchos apoyan este genocidio de la judicatura. ¿Se imagina dejar un tribunal, o gran parte del sistema de justicia, sin sus mejores jueces de un día para otro? ¿Cómo hacerlos entender? Pero ni con ejemplos para niños.