Fernando del Rincón decía, en su programa Conclusiones, que estos dictadores que surgen por todos lados en Latinoamérica (dictadores “light”), y rompen todo el sistema democrático y republicano, lo hacen, y siguen haciéndolo, porque nadie hace nada. Eso responde a la pregunta.

Hay cuatro niveles de desarrollo democrático en el subcontinente, en el cual se toman los indicadores más obvios: libertad de expresión, de prensa, acceso a la información, libertad de partidos políticos, reglas claras, instituciones independientes, autonomía de los tres poderes, FF. AA. y policías obedientes a la Constitución y no del partido oficial, elecciones limpias, transparentes, universales, etc.

En el primer nivel se encuentran Costa Rica, Uruguay y Chile. En el último, Cuba, Venezuela y Nicaragua. En el segundo todas las demás repúblicas, con excepción de Guatemala, Honduras y El Salvador, ubicadas en un tercer nivel calificadas como democracias híbridas, pero que peligrosamente están descendiendo al nivel de las dictaduras.

Desviándome un tanto del hilo de este artículo, siempre escucho de los grandes analistas latinoamericanos, cuando se acercan las elecciones en el gigante del norte, que éste no se acuerda de Latinoamérica. Siempre eso me deja aturdido: los estadounidenses pasan enviando todo tipo de ayuda a estos países, aun cuando incluso sea evidente que en muchos de ellos los gobernantes, o los que reciben el dinero, se lo roban.

Ahora incluso ya abrieron una “hot line” para que se denuncien a los corruptos de la región. ¿Qué más ayuda quieren? ¿Qué nos intervengan o invadan? ¿Volvernos un protectorado más?

Desde la doctrina Carter, de ya no más intervencionismo en estos países, la intromisión norteamericana en las elecciones aldeanas nuestras se precipitó en caída libre. Ya no le interesa gastar en nuestros problemas de política partidarista, o quizá al fin entendió que habían sido muy abusivos poniendo y quitando presidentes. Como sea, la cuestión es que es evidente que en la lista de intereses gringos no está quién quede o no quede. Igual, lo que buscaron en los siglos XIX y XX, ya lo consiguieron: establecer y proteger sus negocios. Ya lo demás corre por nuestra cuenta.

Los pueblos y dirigentes latinoamericanos, desde la ruptura con la Corona, han demostrado inmadurez política en todas sus formas, y la expresión más infantil y desastrosa ha sido caer en el populismo, sobre todo en el de izquierda o en la simple demagogia barata, hueca pero altisonante. En esto último encaja perfectamente Nayib Bukele.

Volviendo al tema: los EE. UU. no harán nada por detener el avance de la locura bukelista en el país y lo peor es que, si se materializa un fraude electoral, el cual sería descarado y contundente, olvidémonos de librarnos de este demonio.

A Nayib Bukele lo catalogo como la mayor estafa y el mayor fraude en la historia de la política salvadoreña. Nada de lo que prometió en su campaña lo está haciendo, ni siquiera la de traer a la CICIES de la cual se deshizo en dos patadas; ni siquiera en procesar a los corruptos, y por otro lado, está haciendo cosas que nunca dijo: remover la Sala de lo Constitucional, quitar al Fiscal General, mandar a jubilar a los jueces, implementar el bitcoin como moneda de curso legal, tomar control de autónomas y descentralizadas, darle muerte virtual al IAIP, cambiar la Constitución a su antojo (para permitir la reelección y ampliar el período presidencial), destruir la autonomía municipal, perdonar a Tony Saca y hacerlo su aliado, romper relaciones con los EE. UU. y, ahora, caerle a las pensiones.

Es sorprendente, hasta dan ganas de aplaudirle, que en dos años se haya convertido en el presidente más mentiroso de toda la historia de esta pobre y sufrida república.

Pero ¿por qué lo hace? Porque puede y nadie lo detiene. La marcha del día de ayer estuvo bien pero, amigos y amigas, compatriotas amados, así no se quita un régimen dictatorial, eso es un terrible placebo, y mucho menos llenando las redes de odio. En lo absoluto. Entonces, ahora la pregunta es, ¿qué vamos a hacer nosotros? Recordémonos de Ucrania.