La situación de El Salvador me hace recordar a nuestra querida Mafalda. Como ella, creo que muchas personas alguna vez nos hemos preguntado “¿Y por qué habiendo mundos más evolucionados yo tenía que nacer en éste?”

No lo sé, estimada Mafalda. Pero te cuento que en El Salvador, por si esto no fuera suficiente, quienes toman las decisiones del país, nos sirven sopa fría a diario, intentando disfrazarla de panqueques. Por ejemplo, argumentan que debido al alto nivel de endeudamiento, no queda otro remedio que reducir el gasto público e incrementar los impuestos. Ante esto, debo confesarte que he llegado a pensar que se inspiran en tu amigo Manolito, en algunos aspectos, aunque también debo reconocer que son mucho menos responsables que él.

Y es que, al igual que Manolito, únicamente piensan en intereses mezquinos. Abordan un problema complejo haciendo el mismo diagnóstico de siempre, pese a que este tipo de recetas ya han demostrado su rotundo fracaso y su elevado costo social.

Resumiendo un poco de qué va su lógica, tan ilógica, podría decirse que la reducción del gasto que proponen, vendría siendo algo similar a servir sopa de fideos a una población que, en buena proporción, carece de las vitaminas (empleos dignos, servicios de salud y educación de calidad e inclusivos, seguridad ciudadana, justicia, etc.) necesarias para un adecuado desarrollo y crecimiento. Y para colmo, el aumento de impuestos propuesto, en específico del IVA, significaría algo así como tener que pagar mucho más por esa sopa que no nos gusta tomar y que no nos alimenta. En definitiva, esto afectaría en mayor medida a los sectores de siempre, considerando que la población de bajos ingresos resulta mayormente perjudicada por este tipo de medidas.

Inocentemente, con frecuencia me pregunto a qué obedece tanta mezquindad. Sin embargo, no es difícil entenderlo cuando se analizan los datos, que entre otros aspectos, señalan que contamos con una estructura tributaria que penaliza en mayor medida los ingresos de la población más pobre y en menor medida los ingresos de la población más rica (Icefi/FIDA, 2016).

No sé bien si el padre de Manolito pagaba sus impuestos pero, adicionalmente a lo anterior, en nuestro país muchos empresarios como él, e incluso unos mucho más ricos, incurren en prácticas fraudulentas para evitar el pago de impuestos, lo que también afecta de forma importante los ingresos del gobierno para hacer frente a las necesidades de gasto. Por si esto fuera poco, pese a las dificultades financieras del país, prevalece una cultura de incentivos fiscales que tiende a privilegiar industrias que no reportan beneficios para la población salvadoreña (Gobierno de El Salvador, Ministerio de Hacienda, 2016). Como puedes ver, mi querida Mafalda, esta sopa fiscal resulta vomitiva y, pese a esto, todo parece indicar que “los Manolitos”, esperan que nos la almorcemos. Pareciera que se encuentran jugando al gobierno, es decir, a no hacer nada, como dirías tú.

No obstante, no tenemos tiempo para lamentarnos, necesitamos soluciones. No puede negarse que requerimos una alternativa como país. Pero sin duda, necesitamos un camino distinto e inclusivo. Por un lado, requerimos aumentar los ingresos que permitan hacer frente a las necesidades de la población y, por otro lado, cumplir con nuestras obligaciones de endeudamiento. En este orden de prioridades. Adicionalmente, necesitamos pensar cómo gastar, definiendo como objetivo prioritario la promoción de la justicia y del desarrollo de forma sostenible.

Todo se resume en la necesidad de un acuerdo fiscal sobre estos temas, que sea justo, transparente e incluyente. Digno de un país que en lugar de expulsar a sus habitantes, los integre en la toma de decisiones y les aporte una vida digna. Me gustaría decir que este pacto debiera firmarse ya, y “si es por falta de lapicera, les presto la mía”, como tú muy bien dirías. Para que ocurra, pienso que los Manolitos debieran aprender un poco, más bien mucho, de tu amiga Libertad.