Laura es la penúltima hija de ocho hermanos. Siempre apareció en los cuadros de honor de la escuela y del bachillerato. Siempre se sobrepuso a cualquier adversidad, incluso a las enfermedades. Las paradojas de la vida hicieron que la primera vez que visitara el campus de la Universidad de El Salvador, fuera para enseñarle a su sobrino las rutas de bus que debía de tomar todos los días, para que él disfrutara de un derecho que ella no tuvo. Quizá ella no lo sabe, pero la carrera que estudió su sobrino estuvo motivada por ella, pues cuando él estaba pequeño preguntó qué debía estudiar para ser como su tía.

Sus jornadas de trabajo sobrepasaban las 12 horas diarias. Su salario no era acorde al trabajo que desempeñaba. La situación económica se hacía cada vez más insostenible. Un domingo por la tarde, mientras caminaba con su sobrino, le dijo que había decidido irse a los Estados Unidos. Su sobrino, un adolescente, hubiera querido tener algún poder especial para ofrecerle una opción para que no se fuera. Se tuvo que tragar su impotencia al saber que su tía iba a dejar a su hija, su madre, sus hermanas, a su familia. No era la primera vez que uno de sus familiares migraba, pero sí la primera que vivía con una mayor conciencia de lo que eso significa. Lo más duro de ese momento era no saber cuándo iban a volver a caminar juntos. Lo más duro de ese viaje, casi eterno, era ver la cara de la abuelita y de la mamá, del sobrino, cuando no se tenían noticias para saber cómo estaba. Cuando por fin llegó, fue un alivio saber que estaba bien, pero también era una punzada al no saber cuándo se volverían a encontrar.

Han pasado casi 14 años, sin volverse a ver. Ella siempre ha estado pendiente de cada cosa que les sucede a su sobrino, y a toda su familia, buenas y malas. Casi todas las mañanas, ella siempre le envía una imagen que viene con un mensaje para desearle un buen día. Para los cumpleaños de su sobrino, siempre es la primera en felicitarlo.

La historia de la humanidad está basada en la migración. Todos tenemos amistades y familiares que han migrado. Incluso, algunos de nosotros también somos migrantes. Esto es importante tenerlo presente en un momento en el que se ha puesto en entredicho si el ser humano tiene derecho a migrar. La política migratoria del presidente Trump es inhumana e ilegal. Basta ver las jaulas donde tienen detenidas a las personas migrantes, incluyendo niños, niñas y adolescentes bajo condiciones crueles que atentan contra su dignidad humana. Recientemente el gobierno de Guatemala ha aceptado ser un «tercer país seguro». Esto implica que cualquier persona salvadoreña u hondureña que decida pedir asilo en Estados Unidos, lo hará mientras espera en territorio guatemalteco. Un acuerdo que además de ser ilegal por los convenios internacionales suscritos, busca utilizar a Guatemala como un muro, obligando a este Estado a dar las condiciones económicas y sociales a salvadoreños y hondureños que ni siquiera es capaz de darle a sus propios connacionales.

Frente a todo esto, no decir nada te convierte en cómplice de lo que sucede y el Estado salvadoreño no puede seguir con la política de “no hay que morder la mano que te da de comer”. La defensa de los derechos de los compatriotas migrantes debe ser firme y la prioridad en la política exterior. Pero además se deben establecer cuanto antes las condiciones para que las personas decidan quedarse en el país, y eso inexorablemente pasará por contar con los recursos suficientes para ello y ejecutarlos con transparencia y efectividad. Porque la mayor parte de personas que emigran hacia Estados Unidos no lo hacen para conocer Disney o ir a ver algún partido en el Fenway Park. Lo hacen porque tienen que huir de la inseguridad o de la miseria. Producto de Estados confeccionados por élites económicas y políticas corruptas, capaces de solo ver negocio donde hay dramas humanos. Nunca han estado interesados en crear las condiciones para que las personas no migren. Porque no migrar, también es un derecho.

Ojalá este lunes hubiera tenido la oportunidad de abrazar a mi tía por su cumpleaños, pero que estas palabras sirvan como homenaje para recordar que los migrantes son sobre todo humanos.