Si a los estadounidenses les da gripe los latinos estornudamos. Todo lo que ocurre en Estados Unidos afecta de manera directa o indirecta a Latino América y, por ende, a El Salvador, de tal manera que lo que suceda este martes 3 de noviembre en materia de elecciones presidenciales en la nación más poderosa del mundo, de alguna manera, incidirá sobre la realidad política en El Salvador. Mucho de la realidad política y económica salvadoreña se juega en las urnas estadounidenses.

Este día se define si el actual presidente, el republicano Donald Trump, es reelegido o si el demócrata Joe Biden gana las elecciones. Las encuestas reflejan que Biden tiene mayoría popular; sin embargo, el sistema electoral de Estados Unidos se define por los “electores” del colegio electoral, de tal manera que algunos estados como California, Texas, Florida, Nueva York, Illinois, Pensilvania y otros pocos definen al presidente. En las elecciones pasadas Hillary Clinton obtuvo la mayoría popular, pero Trump ganó la mayoría de “electores”. Injusto, pero así es el sistema democrático de la nación norteamericana.

Si yo fuera ciudadano estadounidense con seguridad votaría esta vez por Biden. En otras palabras, me gustaría que ganara Biden por varias razones, entre ellas porque tengo esperanzas de que el resultado de las elecciones de aquella nación incida sobre la institucionalidad del país. No se trata de que esté de acuerdo con que la política de la nación del norte decida sobre nuestra forma de vida, pero es una realidad innegable. Somos un país con más de tres millones de compatriotas viviendo en Estados Unidos, somos dependientes de las remesas giradas desde aquella nación, estamos dolarizados y somos potenciales consumidores e imitadores de la cultura “gringa”.

Ya lo dijo la exembajadora estadounidense en El Salvador, Mary Aponte, si gana Biden será respetuoso de las políticas internas de cada país, pero también será respetuoso de los gobiernos que apoyan la separación de poderes. Es decir, será amigo de los gobiernos que apoyan la institucionalidad y el orden democrático establecido. Hasta ahora Trump, un presidente que me parece más emotivo que efectivo se ha mostrado muy permisivo con gobiernos que irrespetan la separación de Estado, incluso en el caso de El Salvador desarrolla una diplomacia adherida a los intereses gubernamentales y no nacionales, lo cual se demuestra con declaraciones poco trascendentales y casi siempre de apoyo a las actuaciones de los funcionarios de gobierno.

Entonces mis esperanzas son que si Biden gana desarrolle una política hacia El Salvador que incida en el respeto de las instituciones, en la delimitación de las funciones de cada órgano de Estado y en una cooperación recíproca, donde se respete a nuestros compatriotas que residen en Estados Unidos y se estimule internamente los procesos democráticos. Que se promueva que ningún órgano del Estado salvadoreño se considere más que los otros, porque cada uno tiene su rol constitucional dentro del cual debe actuar.

Es evidente que aprovechando el apoyo popular, el cual no siempre tiene la razón aunque sea mayoritario. Los actuantes del Órgano Ejecutivo han irrespetado a sus similares de los órganos Judicial y Legislativo, en detrimento del equilibrio de poderes, lo cual es un peligro para la democracia y la convivencia social. Sin embargo, también es evidente que la diplomacia estadounidense ha preferido “ver llover” desde la comodidad bajo techo sin atreverse a mojarse con pronunciamientos que promuevan la rectificación y al contrario hubo posturas públicas que han sido intrascendentes y hasta “avaladoras” de un proceder que no le hace bien a la nación.

Es cierto que los salvadoreños “odiamos” la dependencia, pero más cierto es que coyuntural, estructural e históricamente no podemos vivir al margen de la incidencia de aquella nación norteamericana donde vive la mitad de los salvadoreños, por lo que esperamos que Biden ayude a desenredar la tensión entre poderes del Estado, lo cual es tan simple como respetarse entre ellos.

Del resultado de las elecciones de este día depende por mucho el futuro político de El Salvador. Si Biden cumple su promesa de apoyar el respeto de las democracias en América Latina y de fomentar un centro de monitoreo contra la corrupción en el Triángulo Norte de Centro América (Guatemala, Honduras y El Salvador) estamos hablando que algo incidirá en nuestro país. Yo votaría por Biden, aunque tal vez mi voto solo sería popular sin incidir sobre los “electores” del colegio electoral. ¡Salud estadounidenses!