La proximidad de la tan ansiada Navidad como preludio del fin de año, resume la expectativa del mejor deseo de una sana convivencia para fortalecer lazos familiares y de amistad, en ocasiones distanciados por los avatares de las duras condiciones de sobrevivencia cotidiana. La inminente cercanía navideña, también es perceptible en la algarabía y holgura de cientos de miles de niños y jóvenes estudiantes que disfrutan de una bien merecida vacación.

Este momento otros lo aprovechan para desencadenar un voraz estímulo al frenético consumo de bienes y servicios, que en muchos casos desde publicidad engañosa, falazmente disfrazados como la aparente mejor oferta, esconden un afilado anzuelo para atragantar a insaciables consumidores, bajo la inculcada ilusión de encontrar la mejor ganga. El “estanque” incluye hogares de clase media con disponibilidades de ingreso por arriba del promedio, amplios sectores populares tradicionalmente beneficiados con las remesas; o, sencillamente, quienes caen para entregar de manera dócil el tan esperado aguinaldo.

En un país como el nuestro, que enfrenta el reto cotidiano de la inseguridad por las graves condiciones de amenaza y criminalidad, los centros comerciales han sido diseñados artificiosamente como el paraíso terrenal, la Tierra de Canaan, la Cornucopia donde fluye leche y miel, La Meca del consumo; lugares donde encontramos los mejores estándares de seguridad, el más placentero clima, la más mullida comodidad, hermosos y aireados paisajes y la más perfecta convivencia social. Espacios de ensueño delineados para olvidar momentáneamente las precarias condiciones de habitación y espacio comunitario.

Sin embargo, esta etapa del año debería ser ocasión para -de manera consciente-: evaluar y valorar los progresos, logros, retos, metas, posibilidades y oportunidades económicas de cada hogar. Tenemos la obligación de pasar revista midiendo los reales progresos y dificultades de nuestra familia, las perspectivas y mejoras del espacio laboral en que nos desempeñamos, los avances y retrocesos del entorno de nuestra comunidad; y por supuesto, pasar revista comparando nuestras expectativas, con el rumbo y oportunidades que fueron ofrecidos al país durante la campaña electoral. Desde esa perspectiva, también debemos valorar nuestra contribución ciudadana en la exigencia de un rumbo correcto para el país.

Vencidos seis meses de la administración del presidente Bukele sigue en mora. Aún no conocemos su Plan General de Gobierno, obligación claramente establecida en el artículo 167 de la Constitución. Hay ausencia de una visión programática de gobierno sustentada apropiadamente así como incoherencia y visibles limitaciones de un gabinete, que dista mucho de la oferta de campaña de integrar un equipo de profesionales en el que prevalecieran los méritos y capacidades. Debido a esto, no queda de otra que tratar de interpretar sus erráticas actuaciones y compararlo con los avances que ya existían en el país.

La iniciativa del Presupuesto General del Estado presentado en septiembre, continúa estancado en la Asamblea Legislativa, en buena parte, debido a la falta de un sólido cabildeo institucional y a las limitaciones mostradas por los personeros de distintas carteras de gobierno que han desfilado ante la Comisión de Hacienda y Especial del Presupuesto, evidenciando desconocimiento –cuando menos- de las partidas presupuestarias, sin lograr justificar en debida forma los incrementos y mostrando el sensible recorte de sendos Programas de Protección Social como: “Ciudad Mujer” que pasa de tener $11 millones, a solo $2.6 millones; “Jóvenes con Todo” de $3.5 millones a cero, igual que el programa “Un Niño una Niña una Computadora”, esto sin contar el exorbitante nuevo endeudamiento al que se someten las finanzas públicas.

Si se trata de valorar con objetividad la gestión gubernamental, es muy sencillo contrastar la recopilación de promesas con la realidad. De todos los tuits presidenciales y de los ministros de gobierno, disponibles en el historial de las redes sociales, es evidente la superficialidad de la gestión. Por ese canal de comunicación han ordenado la ejecución de obras entre las que se encuentran puentes de 72 horas, lanchas ambulancia, CICIES, eliminación de impuestos, abastecimiento del 100 % de medicamentos a los hospitales y clínicas, aumento de pensiones, solución permanente a la crisis de agua potable, archivos militares, transparencia y acceso a la información.

Uno de los problemas de estos contenidos es que han nacido como ases de humo para coyunturas específicas, por lo que han quedado sin la respuesta inmediata prometida; mientras, #QuiénLePagóelViajeaOsiris sigue siendo un misterio. Cualquiera habría esperado de este gobierno un “he decidido” pero al parecer hay millones de razones para tolerar una falta semejante, que se ha traducido en una infructuosa acción defensiva de la comunicación gubernamental. Así las cosas.