Es lo que hacemos lo que nos define y no lo que decimos

Viernes 29, Abril 2022 - 12:00 AM
Opinion
¿Cuánta es la responsabilidad y deuda histórica que puede acumular una administración pública en cada quinquenio? La suficiente que contenida en la falta de visión de país y en una voluntad política que enlazada con interes mezquinos sectoriales da paso y decanta en la afectación del desarrollo, potenciación y avance de generaciones completas. Abriendo la grieta del estancamiento y del subdesarrollo. La voluntad política, es muchas veces como un danzarina que se mueve a un compás específico y lo hace en determinados lugares del salón para ser vista por el público selecto que la premiará con su beneplácito, pero son los de primera línea quienes pueden apreciarla en todo su esplendor y gracia; quedando rezagados los que están atrás, a considerable distancia y estos solo pueden imaginarse o creer haber visto sus movimientos. Pero al final, la danzarina espera escuchar el sonoro aplauso unánimemente, de los favorecidos y los no tan favorecidos de su actuación. Después de todo, fueron convocados al salón y hasta los más lejanos, eran necesarios para llenar espacios y ovacionar un espectáculo que no apreciaron por igual todos. Ante este desbalance social continuado, es difícil encontrar el mismo sentir de complacencia en las personas que han observado a aquella voluntad política como una quimera, que a través de sus actores en períodos previos a elecciones la han podido escuchar y prometer mejores oportunidades de bienestar, pero no concretarlas, quedando en palabras retóricas que pinceleaban un futuro que llega, pero en gris oscuro. Ese mismo desbalance social ha venido preparando el terreno fértil para que nazca una bien llamada sociedad del desprecio, integrada por individuos con espíritus crueles, desarraigados, sin esperanza, con bajos instintos, deseando su pronto encuentro con la muerte pues eso es lo único que tendría sentido a una existencia que se ha vuelto lacerante con sus prójimos; con desprecio por la vida propia y ajena, desprecio por un ordenamiento social y jurídico que lo han sabido y conocido de primera persona que es vulnerable ante dádivas sectoriales. Espíritus sucumbidos y colmados de dolor que buscan de cualquier modo que la vida se reivindique con ellos, a costa de lo que sea. Cada funcionario público anterior por humanidad y por un compromiso con su Patria, ha de revisar su actuar y tener la valentía de confrontarse así mismo, así sea en lo más recóndito de su conciencia para decir con certeza en que momento le fallaron a su pueblo. Cuánto de sus acciones abonaron negativamente, ya sea por omisión o por beneficio propio al no atender de manera inmediata una parte de la sociedad que aún esperaba una respuesta y reparo tras un conflicto bélico. Ahora, décadas después este fenómeno social es un cáncer difícil de estirpar que se ha ido puliendo en su operatividad, participando de manera lesiva en varios sectores económicos de diferentes zonas, con esto financiando y fortaleciendo cada día sus estructuras delictivas. Así también los funcionarios públicos actuales saben que no es momento de posicionar popularidad sino de mostrar el verdadero compromiso y amor a su país y presentar políticas públicas reales encaminadas a una real prevención para tal flagelo. El traer a cuenta ya sea en la mente o a viva voz el verbo hubiera, siempre deja una sensación de inutilidad, de la no acción realizada en su momento y que era valiosa y oportuna. Aún así, si existe un real compromiso de gobernabilidad y no simple actuación, pueden trazarse nuevas hojas de rutas. La represión y la ira son combustibles para un nuevo estallido social, la complacencia en ver castigados a nuestros verdugos no repara el daño ya hecho, pero el saber que se comienzan a eliminar las condiciones que propiciaron e hicieron más fuertes a estas estructuras, es una luz de que hay voluntad política real de hacerlo. Ciertamente, es lo que hacemos lo que nos define y no lo que decimos.