Evaluar los primeros cien días de una gestión gubernamental viene de los tiempos de Franklin D. Roosevelt, quien en un lapso como ése, diseño e implementó una agenda de proyectos urgentes para sortear la crisis financiera, desocupación y desconfianza de los EUA de la época. Lanzó el “Plan New Deal” y 15 de sus proyectos los aprobó el Congreso. De ahí la costumbre de otorgarle a los gobernantes una “luna de miel” para que puedan materializar las principales acciones que caracterizarán el estilo de su gestión.

Aquí esa costumbre ha venido adquiriendo fuerza desde que se produjo la alternancia presidencial, cuando ARENA entregó en bandeja de plata la presidencia al disminuido FMLN. Hago una apretadísima caracterización de los aciertos y desaciertos del esta gestión, procurando desconectar el cablecito que va del hígado al cerebro.

Logros internos. 1º) Combatir frontalmente a las pandillas y ofrecer mejoras a la corporación policial y al ejército. 2º) Instalar una mesa técnica para que una CICIES combata a corruptos y corruptores. Por arrogancia o supina ignorancia, el gobernante omitió el diálogo político y decidió utilizar un organismo desprestigiado como la OEA, que vio esta gestión gubernamental como una tabla de salvación para ocultar su inoperancia. Los resultados de la CICIES terminarán canalizándose en la Fiscalía, cuya potestad constitucional para dirigir la investigación del delito es indelegable. Allá si su titular tiene la sabiduría para equilibrar el trabajo con la CICIES, sin menoscabar ni un milímetro su mandato constitucional. 3º) Apertura al sector privado. El presidente de la ASI, Eduardo Cáder, lo dice mejor: los empresarios “éramos enemigos gratuitos de los gobiernos anteriores”. Obviamente, ningún país se desarrolla con enemigos así. 4º) Anunciar estudios para el lanzamiento del “Tren del Pacífico”. 5º) Prever mejoras presupuestarias en Educación, Salud y Justicia para el 2020.

Logros externos. Sobresalen dos cosas. Haber podido alcanzar un equilibrio plausible: rescatar las relaciones con los EUA al tiempo de evaporar el temor de mantenerlas con China Popular, machacando que lo que interesa potenciar son los intereses nacionales. Segundo, la contundente – y esperada - posición del Estado salvadoreño ante las tiranías de Ortega y Maduro.

No todo ha sido color de rosa. El Ejecutivo ha dado pésimas señales en otros campos. 1º) La torpe forma de generar una ola de despidos de los familiares de su anterior partido. Si bien estar enquistados en entidades públicas bajo control presupuestario y operacional del Ejecutivo, prueba la realidad de la aberrante “fábrica de empleo”, depurarlos de manera pública e ilegal refleja venganza y odio, propios de espíritus inferiores. 2º) El vulgar autoritarismo presidencial hacia un sumiso gabinete, obligando incluso que el Ministro mejor evaluado por una casa encuestadora, se disculpara por decir una meridiana verdad respecto al caso de un tipejo desquiciado que funge – ni más ni menos – como asesor en materia de seguridad. Mantener cerquita a alguien que pone en riesgo la vida de mujeres indefensas, que es machito con un par de guachimanes al lado, retrata de cuerpo entero la calidad ética de los consejeros presidenciales. 3º) Las expresiones de odio contra no menos de cuatro periodistas de diferentes medios de comunicación. A dos periodistas del género masculino, negándoles el acceso a conferencias de prensa. Otras dos periodistas del género femenino, fueron víctimas de una jauría de troles. 4º) La “brillante idea” de convertir a algunos policías en “repartidores de medicinas”, mientras sigue reinando el caos vehicular.

Concluyo. El país es gobernando por un presidente con gran apoyo popular, que hace bien algunas cosas y pésimamente mal otras que sus seguidores le perdonan, porque en el país la ciudadanía no percibe una oposición política confiable; además, la sociedad civil organizada, especialmente los No Partidarios, lucen desunidos, halando cada uno por su lado.

Intuyo que para después del 2021 tendremos un régimen político sometido a una autoridad única (paso previo de toda dictadura) acompañado de una tremenda dosis de “medicina amarga”. Hasta aquí el brevísimo balance.