La India se confió. A principios de marzo, el ministro indio de Sanidad, Harsh Vardhan, declaró que India estaba en el “final” de la epidemia. La impresión del gobierno era que India había vencido al COVID-19 tras varios meses de bajos recuentos de casos. El gobierno y la población relajo medidas, se permitieron masivas concentraciones de personas con fines religiosos y políticos, lo cual aprovecho nuestro astuto enemigo, el coronavirus, para aumentar su circulación entre las personas, ¡y BUM! Se produjeron dos mutaciones en la espiga de la proteína S que convirtió a la variante india en un animal más virulento y mortífero.

A finales de marzo, de este año la debacle comenzó. Hasta el 9 de mayo, se habían notificado más de 22 millones de casos de COVID-19, con una media móvil de 378 000 casos al día, junto con más de 246 000 muertes, que los expertos creen que probablemente sean subestimaciones sustanciales. El sistema de salud indio, totalmente colapsado, los hospitales sin oxígeno, los trabajadores de salud exhaustos y contagiándose. Las redes sociales aullando en desesperación por familiares sin acceso a clínicas u hospitales. El país entero sumido en la desesperación. Como lo diría García Márquez, no más que una crónica de una muerte anunciada. Números, estadísticas, modelos matemáticos, todos anunciaron la inmunidad de grupo, todos se equivocaron.

Una encuesta serológica realizada por el Consejo Indio de Investigación Médica en enero sugería que sólo el 21% de la población tenía anticuerpos contra el SARS-CoV-2. Mientras el gobierno del primer ministro Narenda Mordi, se preocupaba más por eliminar las críticas en Twitter que en intentar controlar la epidemia. El mensaje de que el COVID-19 estaba esencialmente superado también retrasó el inicio de la campaña de vacunación contra el COVID-19 en la India, que ha vacunado a menos del 2% de la población. El gobierno cambió bruscamente de rumbo sin discutir el cambio de política con los estados, ampliando la vacunación a todos los mayores de 18 años, agotando los suministros y creando una confusión masiva y un mercado de dosis de vacunas en el que competían los estados y los sistemas hospitalarios.

Una crisis autoimpuesta, que jamás debió ocurrir. Culpables, tanto gobierno como el pueblo indio. Crisis que, de seguir luchándose en Twitter, producirá una magnitud de mortalidad nunca vista en el subcontinente indio. Expertos en el manejo de epidemias recomiendan al gobierno federal de la india, seguir una estrategia doble. En primer lugar, la campaña actual de vacunación debe ser reevaluada y adaptada a las necesidades actuales impuestas por la crisis. Se debe aumentar substancialmente el suministro de vacunas, incluso con la importación de estas (esto a pesar de que la india es el tercer productor mundial de vacunas).

La distribución de vacunas debe de incluir a la zona rural y a los más pobres, que constituyen el 65% de la población (más de 800 millones de personas), quienes sufren de un desabastecimiento crónico de atención primaria en servicios de salud. El gobierno debe colaborar con los centros de salud locales y de atención primaria que conocen a sus comunidades y crear un sistema de distribución equitativa de la vacuna.

En segundo lugar, la India debe reducir la transmisión del SRAS-CoV-2 en la medida de lo posible mientras se despliega la vacuna. La transparencia en la información en el momento oportuno, y explicar con franqueza al público de lo que está sucediendo es fundamental, para que la ciudadanía en general esté dispuesta a colaborar y aceptar medidas drásticas, que podrían incluir una cuarentena nacional. Adicionalmente, es necesario ampliar la secuenciación del genoma para rastrear, comprender y controlar mejor las variantes emergentes y más transmisibles del SARS-CoV-2.

Los gobiernos locales han empezado a tomar medidas de contención de la enfermedad, pero el gobierno federal tiene un papel esencial a la hora de explicar al público la necesidad de enmascararse, distanciarse socialmente, detener las reuniones masivas, la cuarentena voluntaria y las pruebas. Las acciones de Modi al intentar sofocar las críticas y el debate abierto durante la crisis son inexcusables. En estos momentos, El Salvador aparentemente se encuentra con las aguas mansas, pero rodeado por países centroamericanos donde se sienten vientos de crisis. Confiarse está prohibido.