El sol no ha terminado de salir cuando salen los primeros trabajadores en San Rafael Obrajuelo, La Paz, a cortar el loroco cerca de las 6.00 a.m., que en 24 horas recorrerá más de 2,800 kilómetros para llegar al corazón de los salvadoreños en Houston, Estados Unidos. Los encargados de esa travesía son Jorge Monterrosa y Juan Carlos Kalil.

El loroco, ingrediente clave en la gastronomía salvadoreña, procede de 15 fincas ubicadas en La Paz y San Vicente, que pasan por un riguroso proceso de preparación en la planta Fernaldia Exportaciones, en La Paz, emprendimiento de Monterrosa, para llegar a las bodegas en Houston de A&N Enterprises, un negocio en marcha desde hace 13 años de Kalil para importar a Estados Unidos productos “exóticos”.

Cada semana, Monterrosa, oriundo de La Paz, envía cerca de 5,000 libras de loroco a Houston, Los Ángeles y Washington. En Houston, espera el salvadoreño Kalil, originario de Santa Ana y actualmente el mayor distribuidor de loroco fresco en el estado de Texas.

“El loroco representa lo fresco de El Salvador”, sumó Kalil.

Cuatro horas después de la corta, cerca de las 10:00 a.m., el loroco llega a la primera etapa de una camándula de preparaciones. Un equipo de cerca de 10 trabajadores recibe el cargamento que pasa la primera inspección y depuración de frutos dañados en la finca de Monterrosa en Santa Cruz Porrillo, San Vicente, de donde obtiene un 20 % de la mercadería de exportación.

Cortadores de loroco en Santa Cruz Porrillo, San Vicente, uno de las mayores zonas productoras de la flor en El Salvador. /Francisco Valle
Cortadores de loroco en Santa Cruz Porrillo, San Vicente, uno de las mayores zonas productoras de la flor en El Salvador. /Francisco Valle


"Esto es como mandar loroco de La Unión a Ahuachapán. Ahorita lo están cortando (limpieza de la primera corta a las 10:00 a.m.), lo trabajo y mañana a las 11:00 a.m. ya lo tiene la gente” en Estados Unidos, afirmó Monterrosa.

Antes de las 12:00 del mediodía, el loroco ingresa a la planta en San Rafael Obrajuelo –a 20 minutos del centro de acopio–, donde otro equipo de trabajadores asemejan la coordinación de hormigas: todos desempeñan un rol clave la preparación de cada paquete para asegurar su exportación hacia la primera economía del mundo.

Lavado, secado, inspección de flores y empaquetado siguen en el rosario de la cadena de producción, que se realizan en tiempo récord para, finalmente, tener listas más de 200 cajas –cada una con 12 libras–, que se despachan cerca de las 2:00 p.m. al vehículo que lleva la mercadería hacia el Aeropuerto Internacional de El Salvador.

Una vez se entrega al transporte, Monterrosa comienza a rezar para que la aerolínea no deje la mercadería en El Salvador. “Lo que más estrés me genera es que un embarque se quede”, afirma el salvadoreño al recordar todas las ocasiones en que ha pasado en ocho años de estar en el mercado. La siguiente prueba de fuego es que pase libre en la inspección en el Aeropuerto Intercontinental George Bush. En este punto, están a merced que el agente de revisión no encuentre ninguna irregularidad, como la presencia de un “simple” insecto que derive en la destrucción del lote completo y deje pérdidas significativas para el exportador.

Trabajadores en la planta Fernaldia Exportaciones, ubicada en San Rafael Obrajuelo, La Paz, armando las bolsas de locoro para enviar a Estados Unidos. /Francisco Valle.
Trabajadores en la planta Fernaldia Exportaciones, ubicada en San Rafael Obrajuelo, La Paz, armando las bolsas de locoro para enviar a Estados Unidos. /Francisco Valle.


Embarque de las cajas con loroco para subir al avión y ser transportado hacía Estados Unidos. / Francisco Valle.
Embarque de las cajas con loroco para subir al avión y ser transportado hacía Estados Unidos. / Francisco Valle.

Llegada a EE. UU.

Al otro lado de la puerta del hangar de la aerolínea, pero en Houston, está el transporte de Vida, la marca oficial para distribuir productos de Kalil. Cerca de las 4:00 p.m., sale la mercadería del aeropuerto hacia las bodegas en Missouri City, Texas. Ambos salvadoreños respiran con tranquilidad.

Despacho del locoro desde Fernaldina cerca de las 2:00 p.m. hacia el aeropuerto, donde se transporta vía aérea el locoro hacia Houston, Los Ángeles y Washington. /Francisco Valle
Despacho del locoro desde Fernaldina cerca de las 2:00 p.m. hacia el aeropuerto, donde se transporta vía aérea el locoro hacia Houston, Los Ángeles y Washington. /Francisco Valle


Si en El Salvador hacen un trabajo de hormigas, en Houston son abejas. En la bodega están Jorge Maldonado y Javier Cobos, colegas de Kalil de origen mexicano y cubano, respectivamente, que hacen desde barrenderos hasta gestores de ventas. En la planta 25 personas de origen latinoamericano se encargan de recibir el loroco que pasa, nuevamente, por un proceso de inspección para luego despachar hacia los supermercados en Houston, Dallas, Austin y San Antonio.

"El loroco fue uno de los productos que nos impulsó, que no estableció dentro del mercado. Algo que tiene la compañía es que manejamos productos que otras compañías no pueden o quieren manejar por el cuidado que necesitan. Importamos cosas más exóticas”, afirmó Maldonado.

Jorge Monterrosa, de Fernaldia Exportaciones, en La Paz, inició la travesía de exportar locoro en 2012 pero logró establecer relaciones comerciales sólidas hasta 2016. /Francisco Valle
Jorge Monterrosa, de Fernaldia Exportaciones, en La Paz, inició la travesía de exportar locoro en 2012 pero logró establecer relaciones comerciales sólidas hasta 2016. /Francisco Valle


Bajo la marca Vida se distribuyen aguacate, nance, yuca, jengibre, lechuga, guanábana, malanga, pacaya, frijoles rojos y negros, mamoncillo, rambután, coco verde, pitahaya, hierbas, chile habanero, culantro, chipilín, mandarina, cúrcuma, guayaba, toronja, así como miel, chips de plátanos y jarabes para raspados.

“Aquí me hace recordar mi país”, comenta Mauricio Palacios, uno de los colaboradores de Vida que tiene 11 años de haber llegado a EE. UU. desde Jiquilisco, Usulután. “Para mí es sorprendente” el proceso de exportación del loroco fresco, añadió.

Presencia en el corazón de los salvadoreños

Para las 6:00 p.m., 12 horas después de que el loroco se cortó, sale el primer vehículo cargado de los productos para hacer la ruta de despacho en los supermercados que distribuyen productos nostálgicos de la comunidad mexicana y centroamericana.

En cada supermercado se entregan de una a dos cajas de loroco. “Cuando el loroco llega aquí, ya está vendido”, afirma Cobos.

A las 6:00 a.m. de la mañana del siguiente día, en la salas de los supermercados los salvadoreños ya pueden comprar el loroco y tener un pedacito de su tierra natal. Uno de los clientes es “El Salvador, pupusería y más”, en Richmond, Houston, donde, según la opinión de los lugareños, se vende la mejor pupusa de todo Texas.

Bodega de Vida y A&N Enterprises en Houston, Texas, donde se reciben los productos exóticos que se importan de El Salvador, México, Guatemala, Ecuador y República Dominicana. /Francisco Valle
Bodega de Vida y A&N Enterprises en Houston, Texas, donde se reciben los productos exóticos que se importan de El Salvador, México, Guatemala, Ecuador y República Dominicana. /Francisco Valle


“Todo lo que se hace aquí es producto salvadoreño, importado de allá”, afirma Evelyn Díaz, originaria de Mejicanos, quien apoya en el área de cocina a Cecibel, oriunda de La Unión, la “encargada” de hacer las pupusas “igualitas que en El Salvador”.

“Todos contribuimos a dar un poco a nuestros compatriotas a que tengan algo de nuestro país. Es algo muy importante porque todas las manos que trabajamos dentro de esa cocina es con un gran cariño”, afirma Díaz.

En la bodega de Missouri City, Texas, se realiza una nueva inspección antes de despachar el loroco hacia los supermercados. /Francisco Valle
En la bodega de Missouri City, Texas, se realiza una nueva inspección antes de despachar el loroco hacia los supermercados. /Francisco Valle


La llegada del loroco a la mesa de salvadoreño tiene el respaldo técnico que recibe Fernaldia Exportaciones del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), a través del programa de Proinnova, ejecutado en El Salvador por Fusades desde 2019 que contempla el apoyo a 1,900 emprendedores y empresas emergentes con desarrollo de marca, compra de equipos y proceso de exportación.

"Este programa existe para apoyar empresas emergentes y emprendedores de tener más acceso a mercados de exportación", indicó Michael Brooke, agregado de prensa de la Embajada de Estados Unidos en El Salvador.