El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres llamaba ayer a la invasión rusa “una afrenta a nuestra conciencia colectiva” y expresa su temor a un recrudecimiento del conflicto. Y no es para menos, hace solo un par de días Vladimir Putin ha renunciado a un tratado de control de armas nucleares y su promesa de que proseguirá “sistemáticamente” su ofensiva en Ucrania, en un discurso con reminiscencias antioccidentales de la época de la Guerra Fría, es para alarmarse.
Sobran voces en el mundo pidiendo el fin de esa locura: “Ya es hora de alejarse de este abismo”, dijo Guterres y el papa Francisco ha llamado a esta guerra “absurda y cruel”.
La ofensiva militar lanzada por Putin sobre Ucrania el 24 de febrero de 2022, ha provocado que el 40 % de la población necesite ayuda, en algún momento hasta un cuarto de la población ha tenido que salir de su país, la cifra de personas con necesidades alimentarias o de subsistencia asciende ya a los 9,3 millones, mientras que casi 5 millones de niños dependen de ayuda para poder seguir estudiando.
Ni qué decir de las consecuencias mundiales sobre el precio de los cereales y de los insumos agropecuarios ya que ambos países son de los mayores productores mundiales. Además, la guerra ha disparado el precio del petróleo.
“La guerra no es más que un asesinato en masa, y el asesinato no es progreso”, decía el historiador francés Alphonse de Lamartine y su frase encaja perfectamente en la descripción de lo que los rusos y sus crímenes de lesa humanidad han hecho en Ucrania.