La convivencia en paz a la que aspiramos los salvadoreños no es solo encarcelar a los miles de pandilleros que el régimen de excepción ha logrado sacar de circulación, lo que ha traído una mayor percepción de seguridad entre la población, ciertamente. La convivencia en paz implica armonía, la tolerancia, la consideración al prójimo, el respeto mutuo y eso es obra de todos. Convivir en paz es aceptar las diferencias y tener la capacidad de escuchar, reconocer, respetar y apreciar a los demás, vivir de forma pacífica.
Es inaceptable que las diferencias de un partido de fútbol terminen en una golpiza y una persona gravemente lesionada. Como es inaceptable esas trifulcas callejeras donde conductores se lían a golpes por una disputa de tráfico o lo que es peor, hasta se matan tras pelearse un espacio de parqueo en colonias capitalinas.
Por eso es importante inculcar estos valores en el hogar. Enseñar a respetar las diferencias y no reaccionar violentamente agrediendo a los demás. El pastor estadounidense, Martin Luther King -premio Nobel de la Paz por cierto- decía que “la violencia crea más problemas sociales que los que resuelve” y así es.
En una familia se debe educar a los hijos para que no sean agresores de nadie, ni de sus mujeres, ni de sus hijos, ni de cualquier prójimo. La matonería no puede aceptarse en ninguna de sus formas y nadie quiere que sus hijos sean agredidos por energúmenos incontrolables que actúan como mareros, aunque estén en una cancha deportiva o en una calle de una colonia distinguida.