En las últimas dos décadas, cuando llegaba diciembre, los medios de comunicación hacíamos un recuento trágico de la violencia homicida en el país. Tristemente fue un fenómeno que fue creciendo exponencialmente al grado que El Salvador se convirtió en el país con mayor tasa de violencia homicida en el mundo en 2015, durante el gobierno de Salvador Sánchez Cerén, superando incluso a las naciones que se encontraba en conflictos armados o guerras abiertas.

En agosto de 2015, las autoridades registraron 918 homicidios, un promedio diario de 30.6. Las cifras policiales señalan que el 15 de agosto del 2015 se contabilizaron 57 asesinatos en El Salvador. Horrible. Las pandillas habían crecido como un cáncer que ha hecho metástasis en las entrañas de la sociedad y otras formas más complejas de crimen organizado se fueron apoderando del país. La realidad entonces era tan terrible que El Salvador aparecía en índices mundiales de violencia con posiciones peores que las de Siria o Somalia.

Pero este años estamos viendo una sensible baja de homicidios. Hasta noviembre, la PNC contabilizaba solo 172 homicidios en lo que va del año y ese mes registraron solo 11 asesinatos.
El Salvador va en camino a cerrar el presente año con una tasa de violencia homicida que estará entre 2.2 y 2.4 homicidios por cada 100,000 habitantes, una tasa mucho más baja que el promedio latinoamericano.

Con las pandillas bajo control, es de suponerse que la cantidad de homicidios que hemos tenido este año son parte de la llamada violencia social, que igualmente hay que evitar y combatir, pero las cifras de 2023 son un gran alivio para un país que estaba acostumbrado a contar muertos y vivir en una zozobra insoportable.