La masacre del jueves en la madrugada en un centro comercial de Tegucigalpa, la capital hondureña, fue un operativo espectacular perpetrado por una banda armada bien entrenada que actuaba con toda impunidad y con el poder que solo puede mostrar el crimen organizado en una nación donde parece reinar sin problemas.

En la masacre resultaron asesinados cuatro jóvenes, etnre ellos un hijo del expresidente Porfirio Lobo. Un documento de la Policía Nacional de Honduras filtrado a medios locales revela que la Mara Salvatrucha (MS) habría recibido un pago de $200,000 por el asesinato del joven Lobo. El dinero habría sido desembolsado por grupo de políticos que buscan intimidar a futuros testigos en el juicio del extraditado expresidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, preso en Nueva York por narcotráfico.

Un diario hondureño publicó que en la investigación se revela que la MS recibió un primer desembolso de $50,000 para la compra de armas y equipo para ejecutar la masacre y que tras el crimen recibirían el resto del dinero. Según el Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras (Codeh), 111 personas han perdido la vida en 20 masacres en lo que va del año en Honduras. Pero evidentemente este caso es la más evidente muestra de cómo el crimen organizado hace lo que quiere en Honduras

Honduras es la muestra más clara de cómo el narcotráfico se apoderó de la política y de virtualmente todos los estratos de la vida pública de un país centroamericano. La masacre del jueves es solo un síntoma de un cáncer que carcome al vecino país. Trágico ejemplo de lo que puede pasar si se deja crecer el narcotráfico y el crimen organizado.