La tormenta del domingo desnudó nuestras vulnerabilidades en el Gran San Salvador. La intensa lluvia y los vientos huracanados resultaron inesperados, cayeron docenas de árboles y hubo daños por todos lados, en las calles, en viviendas, en edificios de apartamentos, en centros comerciales. Virtualmente todos nos vimos afectados de una u otra manera.

Aunque un fenómeno de la naturaleza muchas veces es impredecible, en el caso de las calles se le suma la terrible costumbre de la ciudadanía de tirar basura donde sea. Los tragantes siempre están tapados al inicio de la temporada lluviosa y por mucho esfuerzo que hagan las autoridades municipales, no es suficiente.

Hace unos meses incluso se aprobó una reforma de ley para castigar a los que tiran basura en las calles pero como hasta ahora no se han aplicado multas, entonces la gente sigue actuando irresponsablemente y tirando hasta electrodomésticos dañados a las quebradas que rodean el área metropolitana.

Hay que seguir trabajando duramente por el tema de la basura y no solo por razones estéticas, que son válidas, sino fundamentalmente porque la acumulación de esta es la vía más rápida para inundar las cales y avenidas de la ciudad.

Las autoridades ciertamente atendieron la emergencia y hasta la tarde del lunes estuvieron retirando los árboles y vallas publicitarias caídas, pero mucho trabajo de prevención queda por hacer. No solo en el tema de la basura. Debería haber una inspección periódica de esos árboles que evidentemente tienen sus raíces a la vista. Son un accidente anunciado. Si no, seguirá pasando en cada tormenta importante que nos caiga encima.