En este proceso electoral hemos visto que se han sumado muchas candidaturas de personas que a pesar de que los hemos visto emitiendo opiniones desde hace algún tiempo, tanto en redes sociales como en columnas de opinión, no han tenido militancia histórica en la política partidaria, lo cual no significa que no tengan un pasado en la política nacional que deberíamos tomar en cuenta a la hora de endosar nuestro apoyo.

Sin duda es legitimo que cualquier ciudadano/a tenga aspiraciones a ejercer un cargo de elección popular o en elecciones de segundo grado para cargos con igual importancia para nuestro país.

Pero no deja de ser menos cierto que los electores debemos ir cambiando la forma en la que nos sumamos a respaldar alguna candidatura, esto pasa porque el elector asuma con conciencia y madurez el entender que los apoyos para elecciones no se pueden basar en argumentos tan sencillos de “a mí me cae bien” “fue mi compañero del colegio” “una vez me ayudó a mí” “tiene cara de honrado”, si bien es cierto esto puede reforzar nuestra posición, no debería ser el único criterio que nos mueva a dar el voto.

En estos tiempos en los cuales la bandera de “cambiar a los mismos de siempre” está en boga, junto con el discurso de devolverle la dignidad a la política nacional desde la Asamblea Legislativa, debemos ser más cuidadosos y no irnos con los cantos de sirenas, sobre todo cuando esos cantos vienen acompañados de rostros nuevos, porque el cambio no debe ser sólo de personas sino de prácticas, no es de cambiar un corrupto por otro solo con la diferencia que es nuevo.

Un ejercicio que debemos hacer es verificar la trayectoria de los nuevos candidatos, cuál ha sido su desempeño profesional y su ética, a quiénes ellos han respaldado y que pronunciamientos han hecho, si han sido selectivo en sus opiniones o demasiado cuidadosas cuando se trata de sus amistades o político de preferencia, ese doble rasero debería darnos una luz de alerta que probablemente ese candidato no debería tener nuestro apoyo.

A esto debemos sumar la manera en que se conducen en su vida privada, sí he dicho su vida privada, esto es importante porque si tenemos candidatos que por ejemplo no pagan sus cuotas de alimentos a sus hijos o que tienen procesos de violencia intrafamiliar éste no será un buen funcionario, descuidar a tus propios hijos y violentar a tu pareja es un claro aviso que la persona además de irresponsable no respeta las normas básicas de convivencia en el hogar, ¿Será un buen funcionario?

Esos profesionales que han sido transeros, que han estado envueltos en casos de escándalos de corrupción, licitaciones amañadas o violaciones a derechos humanos o que han defendido esas posturas antidemocráticas tampoco deberían estar siendo considerados para darles el voto.

Todos tenemos pasado eso es una realidad y no estoy pidiendo que busquemos a un querubín, pero si alguien con los suficientes valores éticos y morales, junto con la debida formación para ejercer el cargo al cual se le elija con dignidad y que nos permita recuperar la confianza de activar la institucionalidad y creer que este país tiene esperanza de cambiar, pero que la esperanza sea una realidad cercana y no la zanahoria que en todos los procesos electorales nos ponen enfrente y que nunca se alcanza.

No hay excusas, ahora puede meterse al internet, documentos oficiales, pedir información de cada candidato, el tiempo de votar por canciones, lemas, caras bonitas, discursos vacíos y retórica populista debe ser dejado atrás pero eso pasa porque los electores asumamos nuestro rol como corresponde y no ser simples votantes sino de verdaderos contralores y responsables de a quién votamos, siendo principalmente electores informados y responsables.

“Ya lo pasado, pasado, no me interesa”, es sólo la letra de una canción y no puede ser la excusa de los nuevos candidatos para no asumir sus conductas y querer venderse como que una epifanía los ha cambiado en su totalidad, todos debemos asumir nuestro pasado y saber apartarnos cuando corresponde, esto también dice mucho de cada individuo.