El Salvador comenzó ayer su plan de reapertura tras 87 días de confinamiento que le pasan factura a su economía, con notables reducciones en sus principales pilares como remesas, exportaciones o ingresos tributarios.

La Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (Fusades) estima que el Producto Interno Bruto (PIB) nominal perdía $400 millones por cada mes de confinamiento, de esa forma, en los casi tres meses de cuarentena se calcula que dejó de generar $934 millones.

Desde marzo, la Presidencia de la República emitió una serie de decretos para limitar la circulación de la población a fin de frenar el avance de la pandemia por el nuevo coronavirus.



Tras insistir por varias semanas que lo primordial era la salud por sobre la economía, funcionarios de Gobierno implementaron en menos de 15 días una serie de reuniones con una mesa multisectorial para generar la ruta hacia una nueva realidad.

El paro de las actividades no solo socavó el capital de las empresas, sino que se convirtió en un fuerte golpe para la recolección de impuestos para el Estado y el empleo formal.

Por la dimensión global de la emergencia sanitaria, El Salvador resiente otros impactos como una disminución del comercio exterior y mayormente por el freno que experimenta el flujo de remesas, uno de los principales motores de la actividad económica local.