En esta elección hasta un detergente pudo haber ganado una diputación. La carencia de propuestas y debates y, el sobre exceso de Photoshop y de TikTok resumen esta contienda. E incluso, es posible que buena parte de la población ni siquiera conozca el nombre de los candidatos y candidatas por los que va a votar. Quien se dio a la tarea de revisar las propuestas de los distintos partidos políticos, candidatos y candidatas para tener un voto informado seguramente se llevó una enorme decepción.

Desde el Ejecutivo, violando la ley descaradamente, utilizando los impuestos de toda la población junto a los partidos oficialistas Nuevas Ideas y GANA llevaron esta contienda a donde querían: una elección sobre el presidente de la República. No sobre el modelo económico. No sobre el sistema de protección social. No sobre el medio ambiente. No sobre la inseguridad. No sobre las propuestas o si quiera las ideas sobre cómo resolver los problemas del país. Y una bastante torpe oposición cayó en el juego.

Entonces, ¿estoy sugiriendo que da igual por quién votar e incluso es mejor no ir a votar? Podría cobijarme bajo la falsa bandera de la neutralidad y decir que da igual quien gane porque nada va a cambiar, pero sería una enorme irresponsabilidad hacerlo. Si la elección se ha reducido a qué tanto poder tiene una persona, significa que en el fondo lo que está en juego es el Estado de derecho, la democracia e incluso la república.

Debería de ser motivo de alerta máxima, que cuando más de 40 entidades de organizaciones católicas, de la comunidad LGBTI, evangélicas, feministas, de jóvenes, ambientalistas, de migrantes, defensoras de derechos, movimientos sociales, universidades, centros de pensamiento, entre otras, presentaron la Plataforma de Compromiso por la Defensa de la Democracia y la República solo 105 candidatos y candidatas la suscribieron, y de ellos ni uno solo era de los partidos oficialistas. ¿qué podríamos esperar de alguien que no se compromete con el Estado de derecho, la democracia y la república?

Alguien bien intencionado podría decirme ¿y eso para qué me sirve? Posiblemente algunos de quienes vamos a votar, especialmente las generaciones posguerra damos por descontadas muchas cosas, pero deberíamos de tener presente que hace unos años las mujeres no podían votar y hace unos años quienes resultaban electas no eran las personas que la ciudadanía había elegido. Hace unos años tener una ideología particular o hacer críticas a los gobernantes en turno podía significar la sentencia de muerte. Aunque debemos reconocer que tenemos una institucionalidad que necesita muchas mejoras, no podemos darnos el lujo de perderlas. Que los cambios que se hagan en el país sean para avanzar, pero no para retroceder.

Estos días previos a las elecciones dialoguemos y conversemos con nuestras familias, amistades, vecinos… Nos daremos cuenta que tenemos muchísimas diferencias, pero también puntos en común. Y que los problemas del país no los resolverá una persona, aunque tenga todo el poder del mundo, por lo que será necesario dialogar y trabajar en conjunto, incluso con quienes pensamos diferente.

Y recordemos que quienes resulten electos, no habrá sido porque un marciano los puso ahí, sino porque nosotros votamos por ellos. Eso significa que lo que se eligen son funcionarios y no semidioses. Meditemos mucho nuestro voto para el próximo domingo y con todas las medidas de bioseguridad salgamos a cumplir con nuestro derecho, pero también nuestro deber. A pesar de que la oferta electoral es muy pobre, hay opciones para elegir. En caso no quiera votar por partido político, lo puede hacer por rostro.

La elección de este domingo definirá el régimen político del país, lo cual condicionará el desarrollo no solo de los próximos años sino quizá de varias décadas. Ojalá nos decantemos por uno donde todas las personas podamos emitir nuestras opiniones sin preocuparnos por nuestra vida ni la de nuestra familia, donde ninguna persona esté por encima de la ley, que cualquier caso de corrupción no quede impune, donde los funcionarios se deban a la ciudadanía y no a sus financistas, donde a todas las personas, independientemente donde vivan, de su identidad sexual o de su apellido se les garantice todos sus derechos. Un país donde siempre podamos elegir.