La sociedad civil, entendida como el conjunto de ciudadanos no relacionados directamente con la estructura de gobierno, por tanto, con independencia en la toma de decisiones, está ingresando a su mejor momento.

Las condiciones están dadas para que incida de manera más directa en la cosa pública. Hasta ahora lo ha hecho satisfactoriamente, aprovechando las bases jurídico-político- doctrinarias que dejó la anterior Sala de lo Constitucional que, con todo y sus aciertos o falencias, conquistó un sitial en la historia jurisprudencial de nuestra democracia. Pero hay que avanzar más.

Quienes nos gastamos los zapatos entre la gente –sin buscar protagonismos mediáticos– y escuchamos opiniones sobre lo que motiva sus acciones políticas concretas, percibimos en la sociedad civil el anhelo de un cambio profundo para alcanzar el buen gobierno, uno donde al gobernante no le toque salir de Casa Presidencial a la cárcel o a huir cobardemente.

Infortunadamente, la clase política ha visto a la sociedad civil como su adversario, en lugar de aliarse con ella en la lucha contra el cáncer de la corrupción política, que contamina todo a costa del bienestar de las mayorías, en provecho de aquellos políticos succionados por el circunstancial poder que se les ha prestado, el mismo que les ha servido como trampolín para saquear al erario nacional. De esto no escapa ninguna de las cúpulas partidarias, actores privados corruptores o funcionarios burócratas gubernamentales y/o municipales, señalados por la vox populi como “corruptos incorregibles”.

Sostengo que éste es el mejor momento para la sociedad civil por diversas razones.

1º) Las pasadas elecciones presidenciales fueron un claro ejemplo de lo que es capaz de hacer una ciudadanía indignada, harta de la forma en que actúan los políticos tradicionales, de sus robos descarados y de la nula atención al bienestar de sus propios electores, no digamos de quienes no votaron por ellos. Aquel hartazgo se mantiene invariable, cosa que no quieren entender algunos, que siguen patinando con el trillado discurso y las mismas acciones de siempre. Sus pleitos internos exhiben ahora sus vísceras, por los mezquinos intereses en juego de los grupos de poder que los manejan.

2º) Si bien existe una ciudadanía indignada, paradójicamente se convierte a su vez en tierra fértil para un régimen político con genes populistas, con tendencia hacia el autoritarismo y la ejecución de nuevas y sutiles formas de corrupción que sus seguidores le perdonan. De ahí que echar más leña al fuego del odio y la polarización contra quienes impulsaron la corrupción pasada (flagelo que de ninguna manera tiene justificación alguna) se haga ahora con apoyo popular y con el conocimiento y consentimiento de poderosos líderes foráneos, igual o peor de autoritarios.

3º) Sería riesgoso extender un cheque en blanco (legislativo o municipal) a ningún líder, por carismático o popular que sea. Ello equivaldría a autorizar aplanadoras que serían manejadas de acuerdo al estado de ánimo, intereses y conveniencia de un ungido. De ahí que, si bien es esperanzador ver cantidad de organizaciones activas en la sociedad civil, urge que den el salto político de calidad de cara a las elecciones venideras, creando nuevos instrumentos partidarios, impulsando líderes no partidarios y consolidando estrategias comunes, para obtener presencia legislativa que coadyuve a fomentar el equilibrio de la balanza y evitar que se fortalezca un populismo autoritario que, si no se detiene a tiempo, podría traernos un futuro peor.

4º) Claramente, los partidos políticos tradicionales lucen desprestigiados y debilitados. Esto beneficiará únicamente al partido fundado por el “presidente cool”. ¿Por qué? No tendría oposición significativa. Ese vacío opositor debería ser llenado por candidaturas no partidarias, políticamente sanas, doctrinariamente definidas en pro del capitalismo democrático y nacidas desde el interior de la sociedad civil organizada.

5º) La percepción de seguridad es un último elemento que debería ser aprovechado para la movilización y organización.

Sociedad Civil: este es su mejor momento. Organizarse, cohesionarse y participar electoralmente, será fundamental.