Unos 230 jóvenes se han preparado por casi dos años para participar el próximo 1 de enero en el desfile de las Rosas, esa tradición de Año Nuevo que conocimos por la televisión y que se celebra en la ciudad estadounidense de Pasadena, California.

Me imagino el esfuerzo, la dedicación y los sacrificios que han tenido que hacer estos jóvenes para alcanzar su sueño que según revelaban ayer sus organizadores, costará casi medio millón de dólares.

Ayer pudimos ver sus habilidades en un ensayo general. su entusiamo, su alegría, su ilusión y eso es digno de admiración. También escuchamos a sus organizadores relatar sus planes.

Lo que estos jóvenes no han dimensionado es su enorme contribución a la imagen de El Salvador, un país que usualmente está en las noticias por lo malo, por las pandillas, por la corrupción o porque el presidente Trump nos insulte con epitetos soeces.

Desfilar en Pasadena la mañana del 1 de enero mostrará otro rostro de El Salvador, la de una juventud luchadora que afronta adversidades como la violencia o la pobreza, que se fija metas y las alcanza.

No se trata de esconder nuestros problemas, ni de decir que aquí no pasa nada sabiendo todas las dificultades que tenemos, sino de enseñar al mundo que hay una juventud mayoritariamente sana y digna que busca salir adelante, que necesita ayuda para sobresalir entre tanta dificultad y construir con su esfuerzo un mejor futuro.

Esfuerzos como este deben ser apoyados por la empresa privada, por movimientos juveniles, por los salvadoreños todos de aquí y de la diáspora. La contribución de la Banda “El Salvador tan grande como su gente” es inmensa, reconozcámoslos.