El Área Metropolitana de San Salvador sufría hace 32 años la peor ofensiva militar de su historia reciente cuando unos tres mil guerrilleros del FMLN atacaron en busca de derrocar al gobierno de entonces.

Aquel 11 de noviembre de 1989 empezó la llamada “Ofensiva hasta el tope”. Fueron horribles batallas donde lo peor de ambas partes salió a relucir y ocurrieron matanzas terribles como la de los sacerdotes jesuitas. Al final de los combates que duraron más de dos semanas, el recuento oficial hablaba de más de 3,400 muertos y un número similar de heridos, muchísimos civiles entre ellos.

Aquellas escenas de zozobra, de angustia, de huida, de escasez, aún son un recuerdo amargo para muchos salvadoreños. Por eso esta fecha debe ser un momento para recordar que no se trató de ninguna gesta heroica como las partes en conflicto pretenderán destacar, por el contrario, solo fue un momento de máximo sufrimiento y de dolor, además de la horrorosa imagen que dejó el país tras aquella masacre de la UCA.

Las lecciones de ese conflicto aún las sufrimos. La confrontación y el odio nunca serás buenos consejeros, por eso como país aún tenemos pendiente la construcción de una sociedad en paz, en armonía, en convivencia, en respeto mutuo. Nunca más una guerra, nunca más el poder militar avasallando a la población o la instrumentalización de la población civil por parte de grupos guerrilleros. Es un pasado que no debemos permitir que vuelva.

Este aniversario nos debe hacer reflexionar que las guerras nunca son solución a nada, solo aumentan el dolor y la división y que como decía el famoso orador romano, Cicerón: “Preferiría la paz más injusta a la más justa de las guerras”.