El debate interno sobre el futuro de Arena se ha intensificado en los últimos días y más allá de las serias diferencias que prevalecen en el partido opositor, lo que está claro es que los cambios son necesarios y urgentes si quieren seguir siendo un actor preponderante en la política salvadoreña.

Tres meses después de la peor derrota electoral en una elección presidencial, Arena no puede seguir prolongando su duelo y quedarse en la inacción. Es necesario un cambio en la dirigencia antes que el partido siga partiéndose en pedazos. También es necesario un planteamiento profundo sobre su estrategia y sobre su ideario político, lo que incluye hasta la revisión de su controvertido himno que responde a una situación histórica ya desfasada.

Hay que inyectar confianza al padrón electoral interno, renovar las dirigencias locales y evaluar profundamente lo que funcionó y lo que no funcionó en la última elección. Hay que evaluar también el comportamiento de diputados y alcaldes antes, durante y después de la elección. Es claro que hay algunos de ellos que parecen haber estado jugando -y siguen jugando- a dos y hasta tres bandas.

Si Arena no analiza con seriedad su presente y su futuro, entonces las arenas movedizas que ahorita amenazan con hundirlos, terminarán engulléndolos aún más y los augurios para 2021 serán aún peores.