La cifra de $14,000 millones es espeluznantemente inmensa. Es el cálculo del impacto que genera la violencia en la economía de El Salvador, según estimaciones del Instituto para la Economía y la Paz (IEP), que esta semana publicó la edición 2019 de su Índice Global de Paz.

Para que nos demos una idea, la cifra es más del doble de lo que los salvadoreños en el exterior envían en remesas y casi tres veces el presupuesto general de la República. Es una cifra realmente estremecedora que para una persona como usted y como yo es muy difícil de dimensionar. Pero es una realidad terrible para nosotros como sociedad.

El Índice Global de Paz revela que El Salvador es uno de los 10 países del mundo donde la violencia genera el mayor costo económico. El informe es hecho de dos estimaciones sobre las implicaciones económicas de la violencia. Calcula el costo económico, compuesto por los costos directos e indirectos de la violencia; y también el impacto económico, donde se incluyen los efectos multiplicadores que generan los costos directos.

Todos esos costos, esos gastos, ese impacto, vienen del accionar delincuencial. Cada vez que una empresa tiene que agregar vigilantes, cada vez que las ambulancias necesitan más combustible para ir a recoger heridos o se necesitan más policías y soldados, todo eso se suma. Además, hay un cálculo sobre las consecuencias de la inseguridad, al evitar que muchas inversiones se hagan en el país.

Esos costos son los que pagamos todos, el Estado, las empresas y los ciudadanos. Porque aunque usted no tenga conciencia de los costos de la violencia, están incluidos muchas veces en nuestros impuestos y hasta en los precios de los productos que las empresas se ven obligadas a sumarle los gastos en seguridad.