La trágica muerte de María Olimpia Escobar de Melhado nos conmovió muchísimo a todos. Una mujer profesional, madre de familia, esposa, atleta, llena de energía y que hacía planes para participar en un maratón en Escocia. Da rabia pensar que cualquier criminal puede arrancarle la vida a una persona y causar un profundo y eterno dolor en sus seres queridos. María Olimpia pasó casi un mes en agonía, prolongando aún más la tragedia para su querida familia, para su esposo Ernesto y sus hijos.

Igual da rabia el asesinato del padre Cecilio Pérez en la zona rural de Juayúa. Los primeros indicios de investigación parecen apuntar a taladores de bosques que fueron denunciados por el sacerdote católico y quisieron distraer la indagatoria con un falso cartel de extorsión de las pandillas. Asqueroso. La perversidad absoluta.

María Olimpia y Cecilio son parte de las casi 23 mil personas que han sido asesinadas durante el quinquenio de Salvador Sánchez Cerén en la presidencia de la República. La Policía y las autoridades suelen presumir de que durante este periodo se han reducido los homicidios, pero la realidad es que será el peor quinquenio desde que se terminó la guerra.

Lo que da rabia es que todos nos sentimos inseguros, desprotegidos, sabemos que cualquier día podemos ser una estadística más y que no hay autoridad que pueda ayudarnos.

La muerte no puede seguir reinando en El Salvador. Cada una de esas 23 mil personas asesinadas tenían nombre y apellido, familia, seres queridos, amigos, compañeros de trabajo, conmovidos, dolidos por sus tragedias individuales. Desgraciadamente la inmensa mayoría de esos crímenes quedarán impunes y de eso se valen los delincuentes para seguir en sus actos criminales.