El salvadoreño Juan Francisco Álvarez-Sorto fue condenado a 35 años de prisión por el secuestro de un empleado de la Oficina Federal de Investigación (FBI).

La fiscal general, Alison J. Ramsdell, informó este domingo que la jueza federal del distrito, Karen E. Schreier, emitió sentencias de dos décadas para el salvadoreño junto con un guatemalteco y una mujer de Kersey, Colorado, por los delitos de secuestro, robo de un vehículo, posesión ilegal de arma de fuego y reingreso ilegal después de la deportación.

La condena para Álvarez-Sorto, de 25 años, también incluye cinco años de libertad supervisada.

Para el guatemalteco Deyvin Morales, de 29 años, se decretaron 47 años de prisión federal y cinco de libertad condicionada, mientras que para Karla López-Gutiérrez, de 29 años, se dieron 26 años y cinco en libertad condicionada.


Crónica del secuestro

Según la investigación, los tres acusados viajaron el 5 de mayo de 2022 desde Greeley, Colorado, al suroeste de Dakota del Sur con el fin de traficar y distribuir sustancias controladas, como metanfetamina, fentanilo y heroína.

En el viaje, se encontraron con un oficial de la Patrulla de Caminos de Dakota, quienes les dio persiguió a alta velocidad, pero los acusados se escondieron en un área remota, cerca de Red Shirt.

En la madrugada del siguiente día, cerca de las 2:00 a.m., los acusados prepararon un plan para robar un vehículo, que resultó ser de un especialista de víctimas del FBI que recientemente había abandonado una escena de un crimen no vinculado en Oglala.

Cuando el especialista pasó por el mirador de Badlands en Cuny Table, sobrepasó un vehículo estacionado que encendió las luces altas. El oficial pensó que se trataba de un policía que lo estaba deteniendo, por lo que detuvo el carro.

Cuando se detuvo, notó que un hombre le apuntaba con un rifle desde la ventana del vehículo y le ordenó que saliera. Los delincuentes bloquearon el acceso del oficial, por lo que cedió. Una vez afuera de la unidad, lo obligaron a mantener la cabeza gacha en el suelo mientras le robaban la cartera, el dinero, las tarjetas de crédito, las llaves del carro y los teléfonos.

Cuando se dieron cuenta que el vehículo era controlado por el FBI, tomaron de rehén al empleado. Los delincuentes fueron a una gasolinera, donde el agente notó que Álvarez-Sorto tenía el control del grupo al sostener las armas, mientras que la mujer salió a cargar la gasolina.

Cuando regresó, aprovechó que las puertas del vehículo se abrieron por un momento y salió de la unidad. Después, los acusados huyeron y abandonaron el carro. Álvarez y Morales regresaron a Colorado, donde fueron arrestados, mientras que López fue detenida poco después.

“La víctima en este caso estaba cumpliendo fielmente con sus deberes cuando se encontró en el centro de una pesadilla absoluta: luchando por sobrevivir en la parte trasera de su propio automóvil después de que estos insensibles acusados secuestraran, secuestraran y mantuvieran a la víctima a punta de pistola durante más de treinta minutos”, señaló la fiscal federal Alison Ramsdell.