Hace unos años con un grupo de profesionales formábamos parte de la llamada “comisión curricular” de la carrera de Medicina en la Universidad de El Salvador, la universidad más grande del país, éramos los encargados de proponer un nuevo plan de estudio.

La discusión rondaba sobre si el egresado debería ser capaz de adaptarse a la realidad del país para dar respuesta a las necesidades de la población o ser un agente de cambio que cambie esa realidad.

Comenzamos a ver que a pesar se saber el perfil epidémico de la salud no teníamos un diagnóstico real de necesidades, no teníamos un número de profesionales necesarios para dar respuesta a la problemática del país, ¿cuántos debemos formar para que todos puedan servir a la población y ser justamente remunerados ? No estoy seguro si ahora es posible saberlo, pero según la OPS son necesarios 23 médicos por cada 10,000 habitantes.

En la urbe puede resultar un número alcanzable y hasta rebasable, pero sin duda, en las áreas rurales es casi imposible tener al menos un médico permanente por municipio. Muchos de ellos son estudiantes del último año de formación.

El médico en este año se enfrenta solitariamente por primera vez a un entorno primario de atención, la atención primaria no es el fuerte de nuestros currículos, estos tienden a ser más curativos que preventivos. El cambio hace años para incluir atención comunitaria fue una buena intención, sin embargo, no terminó ser efectivo ni de enamorar al estudiante.

Es así que los profesionales deben por supuesto responder a una realidad, pero resulta que esta realidad es cambiante, por lo mismo el plan de estudio debe ser dinámico, el egresado debe buscar el balance entre responder y adaptarse constantemente a la realidad en Salud y ser agentes de cambio que incidan no sólo en el área médica sino en los determinantes sociales de la salud, los cuales son aquellas circunstancias en que las personas nacen crecen, trabajan, viven y envejecen, son ese conjunto amplio de fuerzas y sistemas que influyen sobre las condiciones de la vida cotidiana.

Un buen medico debe ser vigilante, crítico agudo del sistema, proponer y construir y para ello debe alejarse de los tintes político partidarios.
Desafortunadamente lo anterior es difícil y también la burocracia institucional hizo que el cambio curricular no fuese posible; hasta ahora luego de 20 años este plan sigue siendo el mismo.

Mientras tanto el médico como agente de cambio seguirá siendo una quimera.