Hace varios años analizábamos en el antiguo Hospital de Maternidad una situación relativamente común sobre si debíamos realizar una cesárea. El feto prematuro tenía escasas oportunidades de sobrevivir, le agravaba una infección severa en el útero. La cesárea acarrearía un alto riesgo de perder la matriz, incluso potencialmente la vida de la mujer. Si no se le realizaba, el feto moriría en el proceso de nacimiento natural. En esta ultima, el riesgo de complicaciones se reducía notablemente para la mujer. En ese estira y encoge, las opiniones de los expertos fueron divididas. Recuerdo se propuso se le explicara a la mujer su situación y las opciones que tenía, riesgos y beneficios de cada una de ella y que al final fuese ella quien tomara la decisión. Esto fue visto como “un tipo de abordaje diferente”. Usualmente la decisión se tomaba y se le informaba a la paciente.

Algunos apoyaron la propuesta pero otros alzaron la voz exclamando: “¿para qué le vas a preguntar si ella no entiende nada de medicina?. Lo que ella opine no es relevante, nuestro deber es hacer la cesárea para salvar a ese feto”.

Les comparto este caso para ejemplificar lo que ocurría. Este episodio ilustra el modelo paternalista Hipocrático aun vigente. Hipócrates fue un destacado médico griego, nacido alrededor del 460 A.C., es considerado como el padre de la medicina; basó su práctica en la observación y el estudio del cuerpo humano, sin embargo, lo más conocido de él son una serie de enunciados para regir el comportamiento médico, principios morales que se aplican a la práctica de la medicina clínica; a estos enunciados se le llamó “El juramento Hipocrático”; estableció quizá algunos principios de la ética médica.

En este juramento, el cual muchos protestamos al graduarnos, al analizarlo bien, vemos que contiene en él lo que sería a la postre la escuela hipocrática paternalista, la cual establece una relación desbalanceada de poder, “el saber “ contra “él no saber”, por lo que el médico toma el control de las decisiones de las personas en vista que, según argumenta él mismo, la condición de los enfermos les impide tomar “buenas” decisiones; sin ofrecer opción alguna al enfermo más que aceptar la decisión terapéutica ya tomada.

En un principio algunos podrían estar de acuerdo con esta corriente médica, sin embargo, esto riñe con uno de los principios básicos de la Bioética actual, la autonomía de la persona, del enfermo o sus familiares, les quita la oportunidad de ser parte de la toma de decisiones sobre su propia salud e incluso su vida.

Enunciados tales como el respetar a los maestros médicos, el deber de enseñanza a los estudiantes; guardar el secreto profesional y así no divulgar información obtenida en el proceso de atención; algo que muchos no sabrán, es que Hipócrates estaba en contra del aborto inseguro ya que establece que no administrara pesarios (altamente tóxicos) abortivos; son positivos a seguir.

La Asociación Médica Mundial en 2006 ajusta algunos enunciados del juramento Hipocrático colocando como una de las modificaciones más importantes el de “respetar la autonomía y la dignidad del paciente”.

Creo que quien pretende ser médico debe elegirlo teniendo una “genética” de vocación para servir al otro, es una virtud que radica en el alma, en la conciencia, en los valores, en el amor; comprende el compromiso, la pasión y el espíritu de entrega hacia el arte de prevenir, curar y rehabilitar; saciar el hambre insaciable del conocimiento científico actualizado y adquisición de habilidades, es decir hacer cada mejor su trabajo.

Muchos años de estudio, guardias de 36 horas, desvelados, mal comidos, a veces mal tratados. Al final, sé que muchos, al igual que yo, pudiésemos elegir de nuevo, sin duda escogeríamos ser médico, ahora aplicando y promoviendo la autonomía de las personas, aplicando la bioética y eliminando por completo el paternalismo médico, dejándoles ser partícipes del futuro en su salud y vida, no ver pacientes sino seres humanos necesitados, utilizaría y utilizaré siempre los conocimientos médicos científicos para nunca violar los derechos humanos; para procurar y promover la dignidad de las personas.