En el lenguaje salvadoreño, el “chisme” se refiere a un vicio de gente ociosa que le gusta ir comentando la vida de los otros. La Real Academia Española de la lengua define al chisme como: noticia verdadera o falsa, o comentario con que se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna. El chambre es sinónimo de chisme, como ya lo describiera de forma magistral Salarrué en su “Cuento del gran chambre”, cuya lectura recomiendo.

En cualquier conversación normal se intercambian constantemente ideas y se comentan cosas entre uno o más interlocutores sobre personas, situaciones o hechos que puede no tengan ningún carácter escandaloso y pueden ser veraces, pero cuando son compartidas fuera de ese grupo alguno de los participantes puede repetir el relato y cambiar algún detalle por algún motivo voluntario o involuntario. Los chismes “nacen” en los lugares concurridos como peluquerías, tiendas, barberías, mercados y como no tienen porque ser mentira, su carácter peligroso proviene más bien de la capacidad de ser difundidos y de estar en boca de todos y de la imposibilidad de parar la bola de nieve a la que se le van añadiendo detalles constantemente y alejándose de la verdad, como en aquella bonita canción mexicana de Pedro Infante que dice:

“Esa vieja tan rechemosa,
como le gusta chismografiar
apenas ve una pequeña cosa
y va muy pronto a quererla agrandar”.

Cuando un hecho real se difunde añadiendo algo malévolo o tendencioso se convierte infundio, maledicencia, mentira, invención, engaño, patraña y ya estamos hablando de las categorías de la mentira. Cuando el chisme afecta al honor de la persona ya hablamos de calumnia porque se le atribuye a una persona un delito y tiene implicaciones legales. La difamación implica manchar por palabra o por escrito el buen nombre de la persona, pero no se le atribuye ningún delito. La difamación, aunque no sea cierta, siempre mancha y por eso ante un chisme, más de uno o una responderá: “yo creo que no es cierto, pero ya saben que cuando el río suena, piedras lleva”. El bulo, es directamente una noticia falsa difundida con algún fin y como el rumor, la noticia que cuenta tiene visos de verosimilitud, y siembra la duda. Aquí tenemos muchos ejemplos de famosos y actores de los que cada día llenan las pantallas de televisión y son buenas fuentes de ingresos para los medios de comunicación.

En la contienda política ya no es posible distinguir lo que es verdad y lo que es mentira y de manera preventiva todo cae en el universo de las “Fake News” y los gobiernos, con mayor o menor acierto, promulgan leyes y toman medidas para luchar contra la “desinformación”.

El pueblo llano poco puede hacer para contrarrestar los efectos de un chisme cuando ya ha iniciado su curso, pero conocer la psicología del chisme puede ayudar a contrarrestar sus posibles daños y les pongo un ejemplo, cuando yo era joven viví un tiempo en los Planes de Renderos y había una comunidad de vecinos muy agradable y desde la Iglesia el cura organizó una excursión al mar. En la excursión iba también una pareja muy joven de recién casados, con tan mala suerte que el esposo se ahogó y dejó a la joven viuda embarazada de muy pocas semanas. Ella, temiendo ser objeto de habladurías respecto a la paternidad de su hijo, fue a pedir consejo a mi casera, la niña Matilde, quien le dijo que fuera cuanto antes a contarlo a una señora de la vecindad muy conocida por ser chismosa y ella ya se encargaría de dar la versión del embarazo. El consejo funcionó, porque ya la comunidad supo que la joven estaba embarazada de su marido fallecido y no de algún otro hombre. Eso es un chisme preventivo.

En las ciudades se usa la expresión: “no te metas donde no te importa”, pero decir esto puede originar altercados porque da pie a una respuesta aún más aireada y puede acabar muy mal la cosa. En el campo, donde los campesinos aún llevan un machete, la expresión “machete, estate en tu vaina” se usa como advertencia al que está hablando más de la cuenta para que pare de hablar. Además, la frase en sí, es de fina contención verbal, porque se dirige al objeto inanimado (pero peligroso) del machete. Mientras el machete está en su sitio, todo (el ánimo del dueño del machete) está controlado y las cosas pueden volver a estar en orden.

Este es el código moral campesino y que ha funcionado durante siglos.

Francisco Tomás Orellana Calles es licenciado en Biología por la Universidad de El Salvador. Tomeore32@gmail.com