Hemos sido sobrepasados de informaciones ciertas y falsas, interesadas y objetivas, sobre la masacre que el grupo terrorista Hamás infligió el pasado sábado siete de octubre en Israel. Concretamente en los asentamientos agrícolas y pueblos colindantes con la Franja de Gaza, y en el festival de música electrónica, por supuesto plena de gente joven. Al momento de escribir estas líneas había tomado la decisión de no reflexionar sobre este atentado masivo y selectivo por tierra, aire y mar; esto porque la información, los videos, fotos y testimonios, han sido abundantes en todas las interpretaciones y en todas las latitudes.

Sin embargo, el jueves me topé en la revista La Gran Aldea de corte plural y de inocultable inclinación cultural, con un escrito de la poeta venezolana de origen sefardí Sonia Chocrón, autora de Toledana, uno de sus poemarios iniciales de su intensa, laureada y vasta creatividad milenaria decantada en ese pedazo de historia llamada Andalucía. A mí de repente me recuerda las palabras cortantes y definitivas de un Federico García Lorca, como aquella “y se murió de perfil”, para narrar la muerte en un coso taurino, de su amigo el torero español Ignacio Sánchez Mejia. Pero la poeta, poetisa si se quiere, esa del “cante jondo”, Maimonides, Gallegos y Bolívar no solo escribe en versos, sino en prosa como Borges. Y, ¡hete aquí! que me topo con su reflexión sobre la masacre de grupo terrorista palestino Hamás, contra población judía civil, no combatiente; ancianos, niños, jóvenes, agricultores de los Kibbutz situados en las zona fronteriza a Gaza. Se presentaron de repente, “sin aviso y sin protesto”, actuaron sobre seguros y a traición; y los cuerpos fueron cayendo, dispersos, desconcertados. Llegaron por tierra, aire y mar, luego de una tormenta de cohetes infernales cayendo desde el cielo sobre Tel Aviv, salidos de Gaza para distraer, causar daño y muerte.

Mientras que en parpenteles descienden los terroristas sobre los kibbutz, aldeas y en el festival juvenil de música electrónica celebrada en una de sus playas, en donde asesinaron a más de 200 jóvenes locales y llegados de todo el mundo. Todavía palpita en el sentimiento el observar aquel cuerpo de una joven (luego se supo que alemana) desnuda, agonizante, sangrante tirada sobre el capó de una camioneta en marcha, mientras un terrorista hundía sobre su piel el cañón de su Ak-47. Terrorismo misógino, titula la Chocrón su oración, denuncia, reflexión sobre los hechos sangrientos que en pocos minutos asesesinó a más de 1500 seres humanos, y secuestro a más de 200 israelitas, la mayoría de ellos mujeres y niños en una operación tipo Blitzkrieg (relámpago) utilizada por Hitler para invadir Polonia y otros territorios europeos, con el menor daño posible. ¿Pero qué tienen que la misoginia, el terrorismo islámico y el antijudaísmo? se pregunta Sonia Chocrón. Para contestarse, “Hay en este ataque un rasgo simbólico. El blanco fueron muchos, mujeres y niños. Chicas jóvenes para violarlas y luego exhibirlas y humillarlas. Madres jóvenes con sus hijos para asesinarlos y secuestrarlos. Ancianas. Todo lo que la mujer perfuma: Libertad, belleza, placer.”

Ví, continúa la poeta, a una chica israelí joven, muy joven, a quien introducen en un vehículo rústico, con la entrepierna y el culo bañados de sangre después de haber sido sodomizada y violada. Y se pregunta, ¿Son violentas estas imágenes que relato? y se contesta afirmativamente porque de omitirlas obviarlas, es negarle la justicia a esas víctimas y allanar el camino del negacionismo, que puedo jurar que viene en breve, de la más putrefacta “hipocresía mundial”. Esa izquierda farsante en la que las feministas desdeñan la violación, el rapto y el asesinato de mujeres si son judías. Mujeres judías, madres judías.

La misoginia es inherente al fundamentalismo islámico y el terrorismo contra la mujer judía,, es la venganza contra el esclavo que se libera, como el pueblo judío, como la mujer occidental, y el odio por quien alguna vez fue cautivo, y hoy prevalece libre”. En lo que la hipocresía se refiere, igualmente supe que en muy pocas horas, luego de una prudente y maligna espera, “los de siempre” saldrían condenar y sancionar, la natural reacción esperada del gobierno de Israel que, en lo particular sentí que la respuesta debía ser inmediata, hasta las arenas del Mediterráneo en Gaza. No puede quedar impune tal agresión a mansalva, porque la primera obligación de un gobierno es garantizar la seguridad de su pueblo, no otra.

El primero que rompió el silencio fue Maduro, condenando la respuesta inicial de Israel, y colocándose al lado de Hamás, no del pueblo palestino, que es prisionero del grupo terrorista, practicante del islamismo político. Y Maduro, si quisiera, no podría actuar de otra forma, dado que igualmente es prisionero del fundamentalismo islámico. Detectadas están células de Hamás incrustadas en territorio venezolano, al igual que de Hezbolá y de la no extinta ETA española. Petro hizo lo mismo, hasta amenazó con romper relaciones, la España secuestrada por esa izquierda decimonónica y del feminismo militante, ya se pronunció a favor de Hamás y condenó a Israel. Y así se han ido sumando en la ONU, Unión Europea, y todos aquellos timoratos invadidos por la nueva oleada islamita que supera la otomana.

Por ello, la declaración oportuna, valiente, veraz del presidente Bukele, condenando de primero la masacre de Hamás en Israel, diferenciándose de raíz del grupo terrorista, semejante a sus maras locales en vías de extinción, cobra un valor de bizarría y honestidad intelectual que apunta hacía donde debe ir el futuro de los valores y cultura de Occidente, que pasa por neutralizar de raíz y sin complejos, el regreso a la Edad Media, y lo que la poeta denomina el terrorismo misógino.