La inmoralidad y el atropello a lo poco que queda de institucionalidad democrática venezolana, fue demostrado el domingo por el dictador Nicolás Maduro; se trató pues de un verdadero Golpe de Estado al parlamento, con guardias armados que impidieron que los diputados opositores pudieran elegir libremente la nueva directiva parlamentaria.

Por supuesto, aquí la izquierda no dice ni pío sobre golpes de Estado, por el contrario, lo ve como una “audacia” que en realidad solo complica más la ya de por sí compleja situación venezolana, sumida en el caos y la miseria, gracias a una dictadura oprobiosa, vulgar y descarada.

Los diputados opositores -que son mayoría- tuvieron que irse fuera del parlamento para reelegir a Juan Guaidó, ampliamente reconocido por la comunidad internacional, incluyendo el gobierno del presidente Nayib Bukele.

La comunidad internacional no puede abandonar a los venezolanos demócratas y debe seguir respaldando su lucha para restablecer la democracia, las libertades públicas y los derechos humanos. El régimen de Nicolás Maduro es una afrenta para los venezolanos y para América Latina completa y solo regímenes y partidos políticos de corte totalitario pueden seguir respaldando semejantes bajezas que ocurren en el país sudamericano.