María Sánchez, quien no quiso dar su nombre real contó a Diario El Mundo que empezó a trabajar a los 15 años, ahora tiene 40. Siendo la mayor de cinco hermanos renunció a la posibilidad de estudiar por ayudar a su familia. María recalca que borda porque “me gusta” pero no le alcanza para vivir pues cada pieza se la pagan entre $2 y $3 y en cada pieza se tarda alrededor de 12 o 16 horas haciéndola. Recalca que el pago por bordar es muy bajo y las familias se ven en la necesidad de desempeñar otras actividades como ventas o ir a hacer limpieza u oficios varios para que “salir con los gastos” de la semana.

Doña María relata que no solo vive sin estabilidad laboral, sino que no cuenta con derechos laborales como firmar un contrato, incapacidad por enfermedad o un salario mínimo fijo, sino que además reciben maltrato verbal por parte de las supervisoras, pues reciben nombres despectivos como “burra” cuando se atrasan en la cantidad de piezas a entregar sin importar la gravedad de la situación que viven.