Una de las peores tragedias que recuerdo de la Navidad fue la de un padre de familia que viajaba junto a su hijo en un autobús. Se dirigía a devolver unas películas que había rentado y un par de delincuentes se subieron a la unidad de transporte a asaltar. El señor intentó proteger a su hijo y lo asesinaron inmisericordemente.

La siguiente escena era la familia haciendo a un lado el árbol de Navidad y el nacimiento de la sala de la casa para colocar ahí el atáud y velar al jefe del hogar.

Ese es el verdadero rostro de la violencia en el país y es especialmente horrible durante la Navidad. La gente se llena de alegría, quiere compartir momentos felices con sus familiares y amigos y ocurren tragedias como las que describo.

¿Es posible tener una Navidad sin violencia? Eso sería lo ideal. Que el Niño Dios nos hiciera el milagro, pero tristemente, nos falta fe y les falta voluntad a los violentos para guardar sus armas y dejar en paz al prójimo aunque fuera por 48 horas.

La abundante publicidad comercial y la aparición del Santa Claus consumista, han opacado el significado real de la Navidad, una época que debería ser de esperanza y paz en nuestros corazones, termina a veces siendo protagonista de dolor y luto.

Creo que todos en El Salvador deseamos profundamente que se haga un alto a la violencia en esta Navidad y siempre. Hemos perdido la paz y la tranquilidad hace décadas y es nuestro mayor anhelo recuperarlas.

Ojalá se acabara esa sed de sangre de las pandillas, esos repartos absurdos de territorios, con gran cantidad de víctimas inocentes, a esos “toques de queda” para someter a la población a humillaciones y ataques. La Navidad es momento de paz, de amor, de compartir en familia. Ojalá que lo podamos tener y que disfruten sanamente junto a sus seres queridos.