Ayer fui al supermercado, con la prudencia de siempre: Mascarilla, gorra, careta, gel y distancia de seguridad. Hice mi compra, relativamente pequeña, y cuando estaba en la fila para pagar, entre buscar el dinero, colocarme bien la mascarilla y guardar el celular, se me cayó el billete de $20.00 que tenía para pagar. El señor que estaba delante de mí, terminando de pagar sus compras en la caja, lentamente se agachó y recogió mi billete del suelo. “Cuánta gentileza en tiempos de pandemia” pensé, hasta sentí un poco de pena. Le extendí mi mano esperando que me lo diera, tratando de estar lejos para que se sintiera seguro mientras le agradecía el gesto amable. Hasta que el señor me dice lo siguiente: — ¡Lo que se encuentra en el suelo es de quien lo encuentra! — Y sin más, se fue...como si nada malo hubiera pasado.

Miré incrédulo a las personas que estaban a mi alrededor, quienes tenían una mirada atónita, casi tanto como la mía, hasta la cajera tenía ojos de incredulidad. Me dio una rabia incontrolable. No me hubiera costado nada darle los $20.00 si de verdad le hacían falta. En ese momento solo quería hacer justicia por cuenta propia. ¡Me entró el mal genio que crece en medio de esta larga cuarentena y no pude evitarlo! ¡De verdad que ni siquiera pensé en la dichosa pandemia! Dejé mis compras donde estaban, ya que no había forma de pagarlas (olvidé mi tarjeta crédito en una bolsita plástica para que no se contamine). Sin pensarlo, fui tras él hasta el estacionamiento para pedirle que me devolviera mi dinero. El tipo me miró con desprecio y actuó como si yo fuera invisible. Cuando me di cuenta, todas las personas que estaban más cercanas a mí en la cola llegaron, además de algunas metidas que se acercaron, sin duda para satisfacer su curiosidad y ver cómo terminaría el asunto; más que ayudarme a hacer entrar en razón a este señor, estaban esperando grabar las imágenes del alboroto que se iba a armar. Cuando él colocó lentamente sus dos bolsas en el suelo para abrir el baúl, pensé: “¡Es ahora o nunca!” Agarré sus dos bolsas de la compra y le dije exactamente sus mismas palabras: —”¡Lo que se encuentra en el suelo es de quien lo encuentra!” — Y salí corriendo por todo el estacionamiento.

Entre el susto que tenía y la risa que me daba, no sé si de nervios, iba orgulloso de la revancha. Los mirones comenzaron a aplaudir, incrédulos de lo que veían. Pero en una de las miradas que hice hacia atrás, vi que el tipo salió del estacionamiento en contra sentido, atropellando con su carro los conos que iba encontrando, hasta intentar saltarse un “mega túmulo”, ahí quedó atascada la dirección. Sentí ese pico de adrenalina, susto y nerviosismo. Me sentí a salvo y salí del parqueo rumbo a casa. Cuando llegué, abrí las bolsas y encontré: -1 lomito de aguja; -2 lbs. de pechugas de pollo; -Aceitunas; -Jamón, queso y yogures (sin lactosa, ideal para mí); -1 pan integral; -1 frasco de aceite de oliva; -1botella de vino tinto; -2 bolsas de salchichas alemanas. Y ahora aquí estoy... tomándome un vino, acompañado del queso de su compra, y pensando mientras escribo: ¿soy un justiciero o una persona vengativa? ¿Me tendré que confesar?

¿Lo leyó hasta aquí? Obviamente esto no es real. ¡Es una demostración de que cuando lo que se cuenta es interesante, a la gente no le cuesta leer! ¡Es una campaña de animación a la lectura! Compártala por favor. La lectura estimula nuestra mente e imaginación, nos hace viajar a otros lugares y ayuda en la comunicación. Sí, yo también he caído con esta historia, y hasta le agregué varias líneas. Róbele una sonrisa a todos aquellos contactos que estima y pueden apoyar esta campaña, compártalo. ¡Nunca viene mal leer!

Como reflexión puedo añadir que la lectura influye de muchas formas en nuestras vidas. Se ha demostrado que quienes leen activamente son capaces de incrementar la conectividad de sus neuronas. En el plano emocional, se incrementa nuestra capacidad para simular el estado mental de otros y poder sentir más empatía y comprensión por los demás. «La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta». -André Maurois-.

En la lectura encontraremos herramientas que nos permiten reconocer que el fracaso existe y que se puede superar para hacerle a usted más fuerte y finalmente alcanzar el éxito que desea. «El libro es fuerza, es valor, es alimento; antorcha del pensamiento y manantial del amor». -Rubén Darío- Si tiene la oportunidad de leer un buen libro no lo desprecie, es mi consejo final.