Fue hermoso, una sinfonía de versos patrióticos dibujados en cada rostro de los ciudadanos hondureños, armonizando esa infinidad de instrumentos a la hora de votar, de lo cual surgió un canto popular a favor del cambio después de 12 años desastrosos de gobierno del Partido Nacional, pero… Bueno, antes de desarrollar el pero, hablemos de lo que sucedió en las elecciones del domingo.

Como antecedente, 13 partidos estaban en contienda, pero solo dos con posibilidades de ganar (ocho partidos no sumaban ni el 1% de las preferencias electorales), y el tercero, un convidado de piedra, el otrora poderoso Partido Liberal, estaba muy lejos en un frío tercer lugar.

Los partidos fuertes en esta contienda fueron el partido Libertad y refundación (LIBRE) con su candidata doña Xiomara Castro de Zelaya, ama de casa esposa del defenestrado José Manuel “Mel” Zelaya, partido surgido después del golpe de Estado del 2009; y el Partido Nacional, partido centenario, con su candidato, Nasry Asfura, viejo político involucrado de muchos años en la alcaldía de la capital, ingeniero civil, quien remozó la ciudad, aunque dejó muchísimas cosas por hacer.

Las encuestas acá en Honduras son todas dudosas, y ahora lo comprobaron ya que las más conocidas siempre pusieron por delante a Asfura con una ventaja de entre 7 y 8 puntos porcentuales, pero erraron monstruosamente, pues doña Xiomara ha ganado con 20 de diferencia. Hay municipios en los cuales la “tastaseada” que le ha dado LIBRE al Partido Nacional es de 60 a 40.

Sobre el ambiente que se vivió estuvo rodeado de cierta tensión. El fraude del 2017 estuvo “aromatizando” todo el aire. Tampoco se olvidan que los exgobernantes Mel Zelaya y Porfirio Lobo (nacional y liberal, respectivamente), habían confesado sendos fraudes cuando fueron electos, y se burlaban de ello con total descaro. Elecciones a la hondureña. Pero no hubo más muertos por la violencia política, no hubo actos que lamentar.

Han sido las elecciones con la mayor participación desde el regreso de la democracia (68%), y la juventud se desbordó, como siempre, a favor del cambio. Merecen un aplauso. Rompieron el bipartidismo que durante varias décadas se ejercía con la filosofía de que uno robaba y el siguiente lo perdonaba para que lo dejara robar.

A las 9 de la noche, doña Xiomara se declaró presidenta electa, pero en el bunker del Partido Nacional estaban engañando a la gente diciéndole que eran ellos en cambio los que habían ganado, que esto no había terminado. Un par de horas más tarde ya estaban apagando las luces, marchándose cabizbajos y silentes dejando una estela luctuosa y lúgubre a sus espaldas. Las puertas se cerraron con estrépito.

Ahora el “pero” en forma de dudas. Doña Xiomara Castro de Zelaya es una ama de casa, no tiene carrera, y siendo impuesta tres veces seguida como candidata, ¿será su gobierno dirigido por ella o por su esposo? A Mel Zelaya ya lo vimos gobernar, y era un espectáculo desagradable continuo, peleándose con mundo y Raymundo: los empresarios, los periodistas, contra todos que los criticaban.

Otra pregunta que encierra angustia: ¿llevará ahora a cabo su deseo de irse por la vía venezolana, concentrando el poder, poniendo serviles en todos los poderes del Estado, concentrando el poder, regalando dinero ajeno, cerrando medios, persiguiendo a la oposición y eternizarse en el poder?

Es evidente que LIBRE tendrá mayoría simple, ya sea solo o con los “achichincles” de siempre, o sea, partiditos mumujitas, por lo cual podrá gobernar con tranquilidad. ¿Qué clase de decisiones se tomarán? ¿Las que favorezcan a la nación o las que concentren el poder?

Quién sabe, solo queda esperar. Finalmente, ¿aplicarán todo el peso de la ley a los que robaron a manos llenas o seguirá con la misma filosofía de antes?

En mi caso personal, es muy extraño sentirse contento porque el Partido Nacional se vaya, pero no poder celebrarlo como quisiera por los nubarrones que se avecinan amenazando con una época igual o peor.