No puedo seguir buscándote en cada rostro de mirada intensa, tu mirada avergüenza mi humanidad. Era una mañana húmeda, sombría, con ese olor a rocío que se envuelve en nostalgia. El vacío por mi entorno siempre estaba ahí, día tras día, la ausencia de vías de comunicación con mi gente se sentía. En esos días el email para mí era una palabra desconocida, no digamos Skype e incluso internet. ¿Hoy reflexiono y me pregunto cómo subsistíamos? El calor del lugar y su realidad tampoco me dejaba mucho espacio para estar pensando mucho. Lo cual al final era una ventaja. El flujo de desplazados internos había sido intenso en los últimos días. La guerra en Somalia arreciaba…

Así vivía a principios de los 90, en Bula Hawa, un pueblo olvidado, frontera con Kenia. Época que me cambio la vida, para bien, o para mal. Ahora me encuentro, inmerso en esta batalla que estamos librando contra un enemigo invisible, desconocido, cruel y poderoso. Y recuerdo Somalia, y su intensidad. Y así espero en unos años recordar la pandemia del COVID-19. ¿Pero dónde estamos? Pues nada, que la circulación del virus es rabiosa y rápida, de Asia, en cuestión de un mes y medio, se movió a Europa, golpeando despiadadamente a Italia y España, que hasta este día acumulan entre ambos 52% de todos los muertos en el mundo por el virus.

Una avalancha total de carga viral, que deja tambaleándose sus gobiernos y economía. Una crisis de salud que genera una crisis aun mayor en los sectores políticos, económicos y hasta sociales.

Nuestra sociedad, como la conocemos hoy, después de COVID no será igual. Pero el virus no se detiene, de Europa observamos que se mueve hacia las Américas, golpeando furiosamente a ciudades con alta densidad poblacional como Nueva York. El día de hoy Estados Unidos se convirtió en el país a nivel mundial con mayor numero de casos, mas de 100 mil casos, con un Nueva York reportando más de 44 mil casos, equivalente al 7% del global.

Y lo mas espeluznante es que el crecimiento de la epidemia en el país amigo del Norte, ha sido en menos de un mes. U.S. reportaba 60 casos el 28 de febrero, desde ese entonces, un aumento equivalente a 25-30% diario aproximadamente en el número de infecciones nuevas. El Salvador tiene hoy, 24 casos reportados. Si nuestro crecimiento es similar al de los Estados Unidos, podemos predecir que, dentro de 30 días, el numero de casos seria superior a los 30 mil con un número de muertos probablemente superior a 1,000. Y entonces, ¿qué hacemos para que las miradas de nuestros muertos no avergüencen nuestra humanidad?

Aprendamos de nuestro pasado. Durante la pandemia de 2018, que se conoció como la gripe española, hubo ciudades dentro del mismo Estados Unidos que se comportaron diferente y al final el impacto del virus en las ciudades también fue diferente. Filadelfia fue la ciudad de ese país que presento una mayor proporción de muertos, casi 3 veces mas que la ciudad que tuvo el menor impacto, Minneapolis. ¿Y que las diferenció? Ahora, como en ese entonces, las intervenciones de salud pública continúan siendo la primera línea de defensa contra una epidemia en ausencia de una vacuna.

Estas medidas incluyen el cierre de escuelas, almacenes, y restaurantes; imponiendo restricciones en el transporte, demandando el distanciamiento social, y prohibiendo los eventos públicos. Así es como grupos pequeños, pueden salvar vidas durante una pandemia. Los estudios de la pandemia de 1918 han demostrado que la clave para aplanar la curva epidémica fue el distanciamiento social. Y eso, todavía sigue siendo verdad dos siglos después, en la batalla actual contra el coronavirus.

Como bien lo dice el epidemiólogo, Stephen Morse, de la universidad de Columbia, Nueva York, “las lecciones de 1918, si aplicadas bien, podrían ayudarnos a evitar repetir la misma historia el día de hoy”. Hace unas horas, El Salvador, tiene un nuevo ministro de salud. Ojalá y este nuevo liderazgo ayude a nuestra gente, y que comprendamos que este es un esfuerzo de todos y cada uno de los salvadoreños. Que en este barco estamos todos juntos, y que, si uno falla, fallaremos todos. Yo, me quedaré en casa, trabajando desde aquí, contribuyendo a que esta tormenta termine, lo más pronto posible. ¡Y aunque la mona se vista de seda, en casa se queda!