El fin de semana de las elecciones circularon varias fotografías de escuelas que serían utilizadas como centros de votación y que en las pizarras de sus aulas aún tenían escrita la fecha del último día que los alumnos fueron a clases presenciales. Ha pasado casi un año desde entonces, la pandemia cambió totalmente la manera de recibir clases y muchos niños y adolescentes no han vuelto a ver a sus compañeros desde entonces.

Yo fui testigo hace unas cuantas semanas de dos niños -de cuarto o quinto grado tal vez, por la edad- que corrieron a abrazarse cuando se vieron en un centro comercial. Los padres estaban un poco sorprendidos de aquella reacción que resultaba emocionante para los que la vimos. Los niños extrañan ir a la escuela, extrañan a sus compañeros y hasta sus profesores. Es lo normal, somos seres sociables.

Más allá de esa parte tan importante, recibir clases se volvió tan complejo el último año. Muy pocos niños o adolescentes conocían aplicaciones como Zoom, Teams o Meets para hacer video conferencias, eso era algo de adultos. Me pregunto si esta generación de estudiantes podrá entender los temas más complejos de Matemáticas o Ciencias, explicados de esa manera. Este año también evidenció cómo el nivel socioeconómico afecta en la educación. La falta de acceso a internet y computadoras sin duda fue un problema. Son experiencias de la pandemia que hay que analizar.