¿Qué vale una vida? La cuestión atormenta a los filósofos pero también genera debate entre los economistas desde hace décadas, y se ha vuelto a poner de actualidad ante la perspectiva del desconfinamiento, que plantea la disyuntiva entre el riesgo mortal y los desastres económicos o sociales.

El presidente Donald Trump, al ser preguntado el 6 de mayo, cuando la pandemia de coronavirus había causado más de 250,000 muertos en el mundo, si la reactivación de la economía estadounidense costaría vidas, admitió: "Es posible que eso ocurra".

Las medidas de confinamiento, al paralizar la actividad económica, han hecho que se dispare el desempleo y la precariedad. En Estados Unidos, más de 20 millones de puestos de trabajo han desaparecido en un solo mes. En Francia, un mes de confinamiento ha costado tres puntos del Producto Interior Bruto (PIB), según el Instituto Nacional de Estadísticas (Insee).

"Se da un arbitraje: Vidas perdidas contra pérdidas económicas", señala el economista estadounidense Daniel Hamermesh, en la página del instituto de investigaciones laborales IZA, recalcando que "todos los economistas lo saben".

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Algunos ya han sacado la calculadora. Bryce Wilkinson considera en un artículo para The New Zeland Iniciative, un gabinete de ideas que promueve la libre empresa, que gastar 6.1 % del Producto Interior Bruto del país para salvar un máximo de 33,600 vidas estaría justificado.

"Antes de gastar más, hay que preguntarse si no se salvarían más vidas invirtiendo en autopistas más seguras, o en otras medidas sanitarias", apunta.

Tres millones en Francia, 10 en Estados Unidos
Por su parte, Hamermesh calcula que por cada vida que se salva en Estados Unidos se pierden 200 empleos, es decir, un promedio de $4 millones de sueldos, mientras que varios organismos federales estiman que el "valor de una vida estadística" se sitúa entre $9 y 10 millones.

Por ello, salvar vidas es la mejor opción económica, argumenta, sin contar que "una vida se pierde para siempre", y un empleo no.

Puede que la crudeza matemática cause estremecimientos, pero esta noción de "valor de la vida estadística" es de sobras conocido por los responsables políticos de todo el mundo. En Francia, se sitúa en unos tres millones de euros, según un informe de 2013 de la Comisión general de estadísticas y para la prospectiva.

Y esta cifra, ¿de dónde sale? "La gente es capaz de ponerle precio a un casco de bicicleta, hay primas para empleos de riesgo (...) Sobre estas cosas se basa nuestro cálculo", explica Béatrice Cherrier, investigadora en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) francés. Combinando opciones económicas que aumentan o reducen ligeramente la probabilidad de morir, los estadísticos llegan a la cifra de unos tres millones de euros.

"La cifra es repugnante si de ella hacemos el valor intrínseco de una vida humana", explica a la AFP Pierre-Yves Geoffard, profesor en la Paris School of Economiscs, especialista en economía y salud. Según él, hay que ver en ello "una herramienta de asignación de recursos" para las políticas de seguridad vial, de salud, de medioambiente.

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Guerra fría
El origen del debate se encuentra en la Guerra Fría. A finales de los años 1940, la fuerza aérea estadounidense estaba estudiando qué estrategia tomar para bombardear a la Unión Soviética. La Rand Corporation, el instituto que la asesoraba, concluyó que lo más "rentable" sería enviar un gran número de aeronaves rudimentarias para abrumar al adversario. Esto causó clamor en el Estado Mayor, pues el cálculo omitía el "coste" de las vidas de los pilotos sacrificados.

Pero ¿cómo evaluar ese "coste"? ¿En función de lo que ganan los individuos --un enfoque utilizado para indemnizar a los familiares de las víctimas del 11 de septiembre de 2001--? De ser así, ¿acaso "valdría" más un banquero que una cajera? Difícil de decir, justo cuando la pandemia ha puesto de manifiesto la importancia de los oficios mal pagados en los sectores del comercio, la logística y la higiene...

A finales de los años 1960, Thomas Schelling (Premio Nobel de Economía en 2005), planteó la cuestión de forma diferente: "¿cuánto vale la vida?" se convirtió en "¿cuánto cuesta reducir el riesgo de morir?". De ese modo, la idea de "vida estadística" gana fuerza y es en la actualidad la más utilizada, aunque no es perfecta, según los expertos.

De todas formas, ninguna cifra puede remplazar la responsabilidad política, advierten los economistas.

"Hay que hacer un arbitraje a la hora de decidir sobre el levantamiento de las medidas del confinamiento, eso es algo innegable. Pero es necesario un debate público, no hay que apoyarse en los números de un experto y cerrar la discusión", considera Béatrice Cherrier.

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