Finaliza la campaña electoral y la realización de las elecciones el próximo domingo, culmina el circo mediático de Bukele y su camarilla acostumbrados a la frenética adrenalina de las campañas electorales, y no precisamente por la pasión del compromiso cívico y patriótico de gestar transformaciones que beneficien al país, sino por su enfermizo delirio de acaparar más poder y con el enaltecimiento mesiánico de la figura presidencial que ha hecho una campaña multimillonaria sin el menor control del origen y destino de los recursos (que bien pueden ser de los impuestos de miles de salvadoreños).

Lo más parecido a esta última campaña de Bukele caracterizada por la agresividad, confrontación, violencia política y fuerte exposición mediática fue la campaña de Antonio Saca (2004). Son visibles los fuertes cables conductores que les conectan: megalómanos y veleidosos estilos unipersonales, habilidad mediática, desmedida ambición personal, asesores y líneas de intereses comunes y, por supuesto, el manejo discrecional de millones salpicados de las mismas presunciones de corrupción. Hoy son públicos sendos procesos en los que se ha revelado como de la Secretaría de Comunicaciones de la presidencia salieron los lucrativos pagos de campañas electorales que beneficiaron los bolsillos del clan Saca.

Bukele superó con creces a Antonio Saca, sofisticó el estilo populista, asistencialista. Montado en la tragedia de la pandemia, llevó al extremo el abusivo uso de recursos del Estado en campaña electoral. Aprovechándose de las necesidades de la población hizo un manejo proselitista de la crisis: repartió dinero en efectivo con total discrecionalidad, entregó bajo criterios partidarios canastas de alimentos y, como última operación mediática de cierre de campaña, importó un pequeño lote de vacunas sobre el que nadie pone en duda que una buena parte será para su círculo de privilegiados.

La parafernalia desplegó tropas especiales del ejército, unidades elites de policía, medios aéreos, vehículos artillados. El segundo día de vacunación cerró con la distribución de cerca de doscientas mil imágenes circuladas, miles de reproducciones de videos en YouTube, bulliciosas caravanas, ruedas de prensa, todo para dar cobertura a veinte vacunados. Igual ocurrirá con la entrega de computadoras.

Terminando el delirio, la “elevada” de la campaña electoral, vendrá “el bajón” de Bukele y la cruda realidad para la gente. Tiene al país profundamente endeudado, con las medidas represivas de encierro en cuarentenas destruyó una parte importante del tejido económico y productivo del país, principalmente de pequeñas y micro empresas, decenas de miles de desempleados y una creciente alza de precios de la canasta básica. Hoy Bukele estará obligado a destapar el cumplimiento de sus oscuros compromisos de ajuste estructural con organismos financieros internacionales gravando con más impuestos a la población, reducción de los programas sociales, y más despidos de trabajadores del Estado.

Son estremecedoras las imágenes del pasado domingo, cuando una respetuosa pero firme manifestación de trabajadores incursionó en la Catedral Metropolitana en plena homilía y con pancartas y mantas en mano denunció el lamentable caso de las trabajadoras de la empresa Florenzi, que dejó a doscientas diez jefas de hogar en el desempleo sin prestaciones e indefensas con un Estado que les ha dado la espalda, especialmente el Ministerio de Trabajo. El cierre de la empresa en plena pandemia, sin el debido cumplimiento de las obligaciones de ley y las correspondientes liquidaciones, ha llevado a que trabajadoras lleguen a 45 días en huelga de hambre. Esta situación es una premonición de lo que está por venir.

A esa crisis debemos sumar la grave situación de la producción cafetera en el país, de la que dependen cerca de ochocientos mil trabajadores directos e indirectos. Mientras la producción del ciclo 2018-2019, antes de la llegada de Bukele, fue de 955,115 qq la producción 2019-2020 cayó a 740,000 qq, pero la de esta cosecha 2020-2021 difícilmente rebasará los 600,000 qq. La falta de financiamiento al sector, de asistencia técnica y, sobre todo, la ausencia de un proyecto de nación incluyente afectará no solo al empleo de miles de personas sino la propia sostenibilidad hídrica y ambiental del país.

Termina la campaña, pasará la elección, volveremos a la realidad de un país en crisis, sin planes, sin un proyecto en el que se entrona una camarilla en el contexto de un régimen despótico, represivo y corrupto. El movimiento social tiene la palabra.