Los procesos electorales 2020-2021 en América se complicaron por el covid19. En mayo la Organización Mundial de la Salud identificó a Latinoamérica como el nuevo epicentro de la pandemia; cuatro meses después (septiembre), señaló a la región como la más afectada por su mortífera traza, con profundos efectos económicos y sociales multiplicados por la vulnerabilidad de fenómenos climáticos recurrentes, poca efectividad de políticas y planes de prevención, así como por las precarias condiciones de vida de amplios sectores empobrecidos que desesperadamente se baten irremisiblemente arrastrados a una extrema pobreza.

El clima preelectoral 2021 en El Salvador está dominado por la imposición de un prematuro y prolongado encierro disfrazado de cuarentena, sin ningún criterio científico. Así respondió el régimen de Bukele al creciente malestar social por la contaminación del agua potable y las interpelaciones; desvirtuando también la avalancha de condenas por el intento golpista del 9F con la ocupación militar de la Asamblea Legislativa. La cuarentena desvió la atención pública e inmovilizó las capacidades orgánicas y políticas de la oposición, fue el telón para justificar graves violaciones a derechos fundamentales y encubrir el populismo clientelar para acentuar un régimen autoritario que pretende el control absoluto.

Las ambiciones político electorales del régimen y su incapacidad de planificación y conducción agravaron la crisis social, postergaron las metas del país con Naciones Unidas sobre el desarrollo sostenible, precipitaron el desplome económico, llevaron la deuda a límites inmanejables, pusieron al descubierto crecientes indicios de corrupción y evidenciaron el ocultamiento de información oficial anulando la transparencia y la rendición de cuentas. Por si fuera poco exacerbaron la polarización política, rompieron todos los mecanismos de diálogo y consenso y, además, entorpecieron la reapertura económica extraviando el rumbo de la recuperación productiva postergándola por tres años, de acuerdo a CEPAL.

Los procesos electorales durante la pandemia, de manera justa o injusta, han servido para que las sociedades castiguen o premien el desempeño de la administración pública: cambió el partido en el gobierno y la correlación legislativa en República Dominicana; sorprendió el simbolismo de la confianza electoral al ratificar la intendencia de Montevideo, Uruguay, al Frente Amplio; elevada factura de los electores en el referéndum por una nueva Constitución en Chile, comicios precedidos por una fuerte efervescencia social; o la pérdida de influencia de los aliados de Bolsonaro en las elecciones municipales en Brasil, tras un desplome económico del 9,7%.

También, estremeció el proceso político electoral de Bolivia con una contundente victoria de Luis Arce del MÁS, deslegitimando el cruento golpe de estado que depuso a Evo Morales y recobrando el rumbo democrático después de una gruesa factura ante graves violaciones a Derechos Humanos, el retroceso de programas sociales dirigidos a los pueblos originarios y el mal manejo de la pandemia por el gobierno de facto.

Asimismo, los resultados de los comicios de EEUU simbolizan la derrota al estilo arrogante y autoritario de Trump, un castigo a una mala gestión de la pandemia y de la economía, descalificación de la confrontación, polarización y discriminación; desmitificó la presunta magia todopoderosa de las redes sociales en la comunicación presidencial; en definitiva constituyó un importante revés al populismo autoritario. Con la administración del presidente electo Joe Biden se requerirá fortalecer el consenso nacional para definir una postura de Estado y avanzar aceleradamente en la integración regional unificando una agenda que promueva de manera inteligente nuestros intereses.

La reciente elección parlamentaria en Venezuela, ocurrió en el contexto de una grave crisis política, los estragos de la pandemia y los efectos del bloqueo económico patrocinado por EE.UU. Más allá del resultado, ratifica un mayor espacio al diálogo y negociación, como el acuerdo que propició la participación de un importante sector de la oposición en esta elección y refrenda la negociación como vía para superar las diferencias en el marco de la institucionalidad.

Los procesos electorales durante el 2020 estuvieron influidos por la capacidad de los gobiernos en el manejo de la pandemia y el resultado de la gestión de apertura y recuperación económica; pesando el ejercicio de libertades, transparencia y el combate efectivo a la corrupción. En 2021 elegirán presidencia y congreso en el orden: Ecuador, Perú, Nicaragua, Chile y Honduras; otros como El Salvador y México tendrán elecciones legislativas municipales. Veremos que pasa.