La educación salvadoreña se debe analizar en muchos contextos, escuelas hay más de 5,000; son 50,000 docentes aproximadamente; sin embargo, no todos los niños y jóvenes anhelan estudiar, las deserciones escolares, la delincuencia, la pobreza y la migración, son los factores que más afectan a la población estudiantil.

Cada vez que se asiste o visita una escuela del área rural o urbana, se le pregunta a niños y jóvenes por qué ya no desean estudiar hasta noveno grado o en la universidad, los datos dicen: “Entre tercer ciclo y bachillerato perdemos 6 de cada 10 estudiantes... ¿por qué...? Han pasado 25 años y tenemos ideas borrosas; los perdemos por la situación de violencia, por razones económicas, por migración”. Joao Picardo, El Diario de Hoy (11 de diciembre de 2020).

Con la pandemia, la brecha digital interrumpió, en el año 2020, los sueños de muchos estudiantes de la Universidad de El Salvador; más de 7,000 alumnos dejaron de estudiar por falta de quipo tecnológico y conexión a internet. En otros niveles escolares el impacto fue lo mismo o peor. Si se inyectase más presupuesto en educación, la situación cambiaría en el sistema educativo. La Universidad de El Salvador cuenta con menos presupuesto anual.

Salir del subdesarrollo o de la pobreza es tarea también de los padres de familia, en el área rural los padres de familia le siguen apostando en criar a sus hijos para que, cuando estén grandes, les ayuden a las actividades agrícolas. Se necesita más becas para aquellos estudiantes que anhelan estudiar, se necesita más compromiso de parte del Ministerio de Educación.

Necesitamos a una población que estudie, que analice; así, podrá cambiar su destino y al país. Requerimos una escuela con docentes capacitados, equipo idóneo y enseñanza de calidad. Por lo tanto, todo ciudadano saldrá de la pobreza y tendrá mejor futuro, al asistir a una escuela. El actual gobierno, busca continuar con la implementación de Políticas de primera Infancia. Bien hecho. Además, está entregando computadoras portátiles a estudiantes.

Anualmente se inscriben al sistema educativo, un aproximado, de un millón doscientos mil estudiantes; empero, no todos logran cumplir el objetivo final de culminar sus estudios. La situación económica de muchos hogares hace difícil que los estudiantes continúen. Muchos jóvenes anhelan emigrar, no está en su prioridad estudiar, ven su desarrollo personal enfocado en otro país, específicamente en Estados Unidos.

En otro contexto, la gran satisfacción que se puede llevar a la tumba un docente es haber cambiado al mundo, es haber cambiado la mente de sus alumnos, es haber construido un cambio generacional y transformar al ser humano en alguien de bien. Y, el gran logro de los discentes es aprender, es cambiar su vida y al mundo. Por lo tanto, una escuela debe ser inclusiva, debe ser para todos. Cada ser humano tiene que asistir a un centro escolar, no importa las condiciones cognitivas, sociales o económicas. En el presente siglo, los objetivos principales con respecto a la educación son: eliminar el analfabetismo, dar la cobertura universal a todos, incluir sin ninguna restricción a todos los que deseen ir a la escuela y proporcionar la calidad pertinente en el proceso enseñanza-aprendizaje.

Uno de los errores en la educación salvadoreña fue haber clausurado las escuelas normales, en meritorio tomar de referencia a la extinta Ciudad Normal “Alberto Masferrer” (cerrada en 1980), en donde se forjaron maestros de calidad. No es de hacer de menos a los docentes modernos; sin embargo, hubo un componente esencial en la transformación de esos docentes “su calidad de ser humano”.

¿Qué escuela necesita? No se trata solo de tecnologías educativas, la covid-19, por ejemplo, ¿vino a desvelar más la deficiencia en el sistema educativo salvadoreño? Los niños y jóvenes no tienen el dinero, las condiciones para poder aprender eficaz y eficientemente si no cuentan con las condiciones óptimas. Estudiar es la clave para salir de la pobreza y cambiar el destino de este país. Esperemos ver en el año 2022 un sistema educativo diferente.