Proyectarnos al nuevo año implica claridad sobre los retos que enfrentaremos. El problema inmediato seguirá siendo la pandemia, bajo la amenaza de rebrotes y nuevas cepas; las ventajas competitivas del éxito y celeridad de la reactivación económica de cada país estarán determinadas por la capacidad de cada gobierno de inmunizar a la brevedad a su población con una vacuna efectiva y de gran cobertura. Debe reconocerse al gobierno de Costa Rica porque ya está vacunando a su población, mientras lamentablemente en El Salvador aún no está claro ni cuando arribarán las vacunas, ni el desarrollo de la infraestructura y logística para garantizar la cadena de frío y el manejo seguro de semejante tarea, ni los costos de toda la operación.

En el arranque del nuevo año y ante la falta de claridad sobre la vacuna, el antídoto seguirá siendo la capacidad de prevención rigurosa bajo medidas personales de protección, tarea muy difícil ante: la precaria sobrevivencia económica en la que desesperadamente se bate el sector informal, las míseras condiciones comunitarias de vivienda marginal, extrema pobreza y falta de servicios básicos de calidad, así como falta de conciencia, compromiso individual y educación -que jamás asumió el Gobierno porque eso no da réditos electorales-. Este último elemento es el reflejo del mayor fracaso de las políticas gubernamentales, más encaminadas a una febril campaña electoral que a la responsabilidad de informar, educar, orientar, y proveer recursos de protección a la población.

Las elecciones del próximo 28 de febrero son cruciales, decidirán quienes integrarán el Parlacen, la Asamblea Legislativa y los Concejos Municipales para determinar el rumbo y condiciones para recuperar social y económicamente el país. Son la oportunidad para detener el árido camino del descalabro por la deriva autoritaria, confrontativa y antidemocrática impuesta por el régimen de Bukele que ya demostró incapacidad de unir la nación, desinterés por detener actos de corrupción y malsana intención de tomarse y destruir los progresos de la institucionalidad. También puede ser la ocasión para asegurar los equilibrios que garanticen frenos y contrapesos para cumplir el rol activo de las instituciones y la sociedad, garantizando desde la pluralidad mecanismos de participación ciudadana, pleno acceso a la información pública, efectivos mecanismos de control del poder, o simplemente la ocasión de saltar al vacío.

El mayor reto político de enero y febrero será esclarecer la necesidad e importancia de apostar por una composición plural de las instituciones electas, asegurando un equilibrio democrático que garantice equilibrio y unidad nacional para recuperar el país. El reto que tienen los partidos, principalmente las que hasta ahora son las dos principales fuerzas de oposición, es asumir sus errores y defectos.

En este momento la mejor campaña es la basada en la honestidad para enviar claras y valientes señales, desprendiéndose de ataduras pasadas; en el caso del FMLN deslindándose de la protección a señalados por corrupción gubernamental o partidaria. En una elección como esta la participación rondará el 50% del padrón y con poco tiempo y escasez de recursos para la campaña, el esfuerzo principal debiera ser motivar y movilizar el voto histórico de las fuerzas de oposición y de todos aquellos que si bien con justa razón han resentido las acciones erradas de los partidos y dirigencias y les han castigado con su voto, también conocen las consecuencias de la concentración de poder.

A lo largo del nuevo año -y después de la salud- el mayor reto será la recuperación económica y social del país, el reciente reconocimiento del BCR ensombrece el panorama con el grave anuncio de que la economía está en recesión después de tres trimestres consecutivos de cifras negativas que aún no paran. La caída según el BCR del -10.2% es severa, mayor a las estimaciones previas.

Se necesitarán suficientes niveles de consenso entre todos los sectores y mucha unidad nacional para cumplir premisas que incluyen la vacunación de toda la población iniciando con la primera línea y los más vulnerables. Es condición el fortalecimiento democrático, la eficiencia gubernamental, la transparencia, el firme combate a la corrupción, compromiso con el proceso de paz y derechos humanos para poder acelerar esa recuperación económica que en condiciones óptimas podría durar más de cinco años, sobre el parámetro de la crisis mundial del 2008. De ahí la importancia del 28F.